Federico Domínguez, profesor en ESPOL e investigador del CTI

Un PhD que apuesta por la Internet de las Cosas

Un dispositivo capaz de guiarnos por cada uno de los rincones de un edificio inteligente hasta encontrar la oficina o persona que busca, con ayuda de la Internet de las Cosas

Un dispositivo capaz de guiarnos por cada uno de los rincones de un edificio inteligente hasta encontrar la oficina o persona que busca, con ayuda de la Internet de las Cosas (IoT), es el proyecto de Federico Domínguez, profesor de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol) e investigador del Centro de Tecnologías de Información (CTI) de la misma institución, que en abril obtuvo el The Google IoT Technology Research Award Pilot, un reconocimiento que otorga libre acceso a tecnología y herramientas desarrolladas por Google para realizar los prototipos.

Haber obtenido este reconocimiento representa para el experto y su equipo del CTI, tener acceso libre a recursos y tecnologías desarrolladas para impulsar la Internet de las Cosas (es decir, dar capacidad computacional a objetos tradicionales o que antes era inimaginable) y sistemas operativos experimentales que no están disponibles en el mercado, así como hardware y dispositivos que sirvan de base. La implementación del prototipo tomará entre dos y cuatro meses.

Pero ¿quién es Federico? Es profesor de Matemáticas Discretas y Diseño de Sistemas Controlados por Computador. Ingeniero en Computación de la Espol, máster en Ciencias Computacionales Aplicadas y PhD en Ciencias Ingenieriles, ambos grados obtenidos en la Vrije Universiteit Brussel (Bruselas, Bélgica). Habla cuatro idiomas: español, inglés, francés y holandés. Aún no llega a los cuarenta años (38).

Este experto en Sistemas, quien disfruta ser catedrático por la motivación que “demuestran y contagian” los estudiantes de los primeros años de la carrera, se encuentra desarrollando también trabajos de investigación en redes sensoriales para el monitoreo ambiental y en aplicaciones del IoT en ambientes de aprendizaje.

Su gusto por las ciencias computacionales despertó en la adolescencia, a los 13 años, con una Apple IIE que su padre recibió de regalo. Con ella aprendió a programar. Uno de sus primeros logros fue llevar el juego de la “culebrita” de Nokia a una calculadora programable. Sus ratos libres los utiliza para comunicarse con su esposa, quien se encuentra cursando un doctorado en Suiza en Bioinformática. Además lee sobre ciencia, biología y religión. En lo que respecta a los deportes el fútbol es uno de sus favoritos. Cuando cursaba su doctorado en Suiza prefería el esquí.