Peru: la democracia derrotada

Se inicia el año con la más grave crisis de la democracia en el Perú en diecisiete años. Precisamente en el 2000 terminaba el decenio del presidente Alberto Fujimori marcado por las continuas violaciones a los derechos humanos, el autoritarismo, la corrupción, el espionaje y el uso de medios expresamente comprados para calumniar a los adversarios.

Hoy, gracias al indulto recibido, el expresidente vuelve a asumir una posición de liderazgo en el país frente a un primer mandatario debilitado, de su propio partido dividido y una opinión pública enardecida contra el retorno del fujimorismo, pero sin peso político en el congreso peruano y sin un partido capaz de impulsar el posfujimorismo.

PPK se ha convertido en “fujidependiente” según la acertada expresión de Fernando Tuesta en El Comercio de Lima, “y así vivirá sus próximos años de mandato”, si es que los termina...

La guerra que se libró en el Perú de 1980 al 2000 dejó más de 69.000 muertos. La mitad de ellos por las acciones criminales de la guerrilla Sendero Luminoso.

Miles de ciudadanos inocentes fueron masacrados en el campo o en sus poblaciones por la violencia desatada. Hubo masacres como la del penal de Lurigancho o carros bomba como en Miraflores, Lima. En ese pasado execrable el fujimorismo tuvo una participación decisiva. Huido el dictador, se tuvo la esperanza de que ese pasado quedase atrás definitivamente clausurado.

Los hechos de la última semana han mostrado que esa esperanza no tenía asidero. El presidente Pedro Pablo Kuczynski cedió para salvar su cargo al fujimorismo, artífice de una jugada perversa pero efectiva construida a partir de un... ¿desliz? del propio PPK.

Incapaz de construir en el tiempo en que ha ejercido la presidencia una alternativa sólida capaz de asegurarle la gobernabilidad necesaria para mantener la democracia, está a merced de su enemigo político. “El fujimorismo, que nunca se fue, está de vuelta” concluía decepcionado el editorial de La República de Lima el jueves pasado.