Anthony Medina es cocinero, mesero, lavaplatos y hasta cobrador en un restaurante. Teme quedarse sin ‘camello’.

Pequenos negocios se quedan sin empleados por crisis

Trabaja horas extras para cuidar su ‘camello’. Alimenta a sus hermanos y padres con los 6 dólares que gana cada día. En una mueblería “las cosas están feas”.

Anthony Medina se levanta todos los días a las 05:30 para ir a laborar. Lo hace con la incertidumbre de que sea el último día en su trabajo, debido a que hace poco despidieron a una persona; decisión que han tenido que tomar varios dueños de negocios populares de Guayaquil, para subsistir ante la mala situación económica que atraviesa el comercio local.

Las labores del joven de 19 años en un local de bolones ubicado en la cooperativa Polo Sur, en la isla Trinitaria, empiezan a las 07:00, pero prefiere llegar una hora antes para cuidar su ‘camellito’. Ayuda en todo: amasa los verdes cocinados, lava los platos, atiende a la clientela y cobra las cuentas.

“Fue decisión mía buscar un trabajo hace cuatro años. Toda mi familia pasaba hambre y yo no me podía quedar con los brazos cruzados esperando que la comida nos cayera del cielo. Tenía que buscar la manera de poder ayudar en mi casa. Aquí hago de todo porque si no después me quedo sin trabajo”, contó el guayaquileño.

Medina encontró la fórmula perfecta y ajustó su tiempo con el fin de estudiar el bachillerato y trabajar para ganar seis dólares diarios, que sirven para alimentar a sus cuatro hermanos menores y a sus padres.

“Yo quiero seguir estudiando y sacar mi título en Ingeniería Industrial o Administración de Empresas, pero no tengo ni el tiempo ni las posibilidades para hacerlo. He intentado ingresar a la universidad, pero no me alcanza el puntaje. Cómo me voy a enfocar en estudiar si tengo que trabajar, porque después no tenemos para comer en la casa”, dijo Medina.

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Sin ganancias

Enrique Medina, dueño del restaurante que está en la Perimetral, aseguró que las ventas han bajado un 50 por ciento en el negocio de los bolones, razón por la cual despidieron a una empleada hace quince días. “Está duro el trabajo, las ventas han bajado bastante. Si empezamos mal el año, vamos a terminar en la miseria. Despedimos a una chica porque las ganancias no daban para tener otro empleado más”, justificó.

Otro despido

Javier Vera, propietario de una mueblería ubicada entre las calles Rumichaca y Clemente Ballén, centro porteño, también se vio obligado a prescindir de un trabajador.

Según el comerciante, las ventas de muebles bajaron tan drásticamente ya que en octubre no hizo una sola venta. “Las cosas están feas, solo falta que me despida yo mismo para poder tener algo de ganancias. Espero que mejoren ahora que vienen las fiestas, porque después voy a terminar en números rojos”.