El peligro de la futura cultura occidental

El próximo gobierno de Brasil tendrá como canciller a Ernesto Araújo, quien ha hecho, para nuestro criterio, unas importantes declaraciones, no solo sobre Brasil sino también sobre Occidente.

Araújo considera que Brasil está entrando en un mundo muy peligroso y que por lo tanto debe defender el nacionalismo y ser una nación occidental en el terreno culturalsimbólico, en lugar de “ser parte de todo”, o sea, de Occidente y de Oriente -liderado por China, India y otros países asiáticos al mismo tiempo-. Para él la cultura de la antigua Grecia y la cultura del cristianismo son claros indicadores de los valores occidentales. Además, piensa que un Brasil desprendido de Occidente es un Brasil superficial, artificial, un Brasil de plástico”. Pertenecer a Occidente ha sido siempre una cuestión espinosa para Brasil, y últimamente lo es también para americanos y europeos.

Sus reflexiones se deben a que en la actualidad China es el mayor socio comercial de Brasil, que se beneficia con la compra de ‘comodities’.

Bolsonaro y su inminente nuevo gobierno critican el “súbito silencio” de aquellos que presagiaban un mundo posoccidental, en el cual el futuro y el liderazgo pertenecerían a países abiertamente no occidentales: China e India. China, por su parte, con sus préstamos a América Latina, casi siempre comprometidos a hacer ellos las inversiones, para justificar los préstamos.

Otra cara de la medalla. Saltémonos de Brasil a Europa Occidental, donde se están cumpliendo las profecías de Mahoma, que esperaba conquistar el resto del mundo no con guerras sino con la población musulmana que se ha establecido en varios países del Viejo Continente y que se multiplica con sus hijos.

La presencia de la identidad musulmana empezó a forjarse desde la Segunda Guerra Mundial, con la primera oleada de inmigrantes a Europa: asiáticos a Reino Unido, turcos a Alemania y norteafricanos a Francia. Luego se registró una silenciosa nueva invasión musulmana a Europa, cuando las empresas alemanas afrontaron en 1959 una grave falta de mano de obra. Alemania promovió la contratación de trabajadores de Grecia, España, Turquía, Marruecos, Túnez y la antigua Yugoslavia, principalmente. En la actualidad, en Alemania residen aproximadamente seis millones que profesan la fe musulmana, 7,5 por ciento de la población total que asciende a 81 millones.

Hoy, la población árabe musulmana, por su peso demográfico, podría considerarse el 28º país de la Unión Europea, de ahí viene el temor de la derecha europea de la integración de los países de los Balcanes (Albania y Kosovo), además de Turquía, que están luchando por ser parte de la Comunidad Europea, porque la población musulmana va a tener una representación de 100 millones de personas, o sea el 5 % del total de población del continente y, por lo tanto, según esta corriente ideológica, van a presentar una verdadera amenaza para la homogeneidad demográfica y las raíces cristianas de la identidad europea.

En algunos países como Francia se está hablando ya de una quinta generación musulmana. El número de lugares de culto y las mezquitas se han quintuplicado.

El número de inmigrantes musulmanes a Europa se ha multiplicado en el último lustro. Provienen del Medio Oriente, África del Norte, Pakistán, Nigeria, entre otros muchos países. Se trata de individuos y familias que huyen de la guerra, de regímenes represivos, de falta de empleo y de pocas expectativas de desarrollo.

Francia es el segundo país de Europa con importante población musulmana: 5,5 millones. En Inglaterra es de tres millones, en Italia de dos millones, en España de 1,8 millones.

La mayor expresión del fracaso de la integración de los musulmanes a la sociedad europea es la existencia de cientos de zonas en las principales ciudades del continente bajo el control de los musulmanes, por ejemplo en el Reino Unido, en las que la policía y otros representantes del orden no se atreven a ingresar por miedo a ser agredidos. En estas zonas está prohibido el consumo de alcohol, escuchar música o realizar conciertos, así como la homosexualidad. En donde se producen crímenes de honor, la mutilación genital femenina, la expulsión de los que se consideran apóstatas, matrimonios forzosos y con menores, el velo obligatorio y existe la poligamia.

La esperanza para el futuro puede ser la reflexión de que hizo un eminente sacerdote católico: las nuevas generaciones musulmanas que nacen en Europa, con el tiempo, serán absorbidas por la cultura occidental y cristiana.