Un pastor admirable
Por plantear en Cuenca la descriminalización del aborto, no su legalización, en ánimo de evitar el incremento de la mortalidad materna en los abortos clandestinos, recibí críticas de monseñor Luna, pero no se empañó mi reconocimiento a su labor pastoral.
Después, trabajando en la difusión de un concepto de familia que no siempre involucra conyugalidad, sino seres humanos bajo el mismo techo, un abuelo con sus nietos huérfanos por ejemplo, realicé un seminario en la con toda justicia llamada Atenas del Ecuador, y me honré con su participación, siempre lúcida y sin ambigüedades. El afán era hacer de la familia un eje de la acción social. Luna compartía plenamente esa estrategia que supera lo individual y asume que todo afecta al núcleo básico donde se convive.
Con amigos cuencanos en común, siempre que me fue posible fue grato visitarlo. Su palabra tenía para mí un gran peso ético, aunque no siempre compartiese las visiones que las inspiraban.
En él se hacían visibles, se encarnaban, las reflexiones sobre la esencia del ser cristiano de ese gran humanista, precursor de la legislación universal sobre derechos humanos, que fue el dominico Francisco de Vitoria. En efecto, Luna podría enfrentar con éxito aquello de que “no es buen cristiano quien no es buen ser humano”.
Por lo mismo, superando las reflexiones teológicas que lo llevaron a meditar sobre las esencias de lo místico a partir de su gran formación intelectual, no dejó de acercarse con la misma hondura a la realidad del pueblo azuayo y recorrió como pastor que ama a su grey los laberintos de la pobreza, al tiempo que aprendía a reconocer la riqueza de los pobres, acrecentando su amor por ellos y aprendiendo a jugarse compartiendo las aspiraciones de cambiar el futuro sacudiendo el presente, a despecho de las infamias de los que odian, porque lo temen, a lo auténtico.
Ahora que ya no está; en el actual estado de incertidumbre y desconcierto que vive el Ecuador, avergonzado por la corrupción y la impudicia, su voz valiente de ciudadano comprometido con las mejores causas nacionales y con los más humildes, nos hace falta
huertaf@granasa.com.ec
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