Paradoja sudafricana del rinoceronte

Hace unos meses, el Tribunal Constitucional de Sudáfrica anuló una moratoria al comercio de cuernos de rinoceronte que databa de 2009. Fue un golpe devastador para los grupos conservacionistas, que habían celebrado la moratoria porque alineaba a Sudáfrica con la prohibición global de dicho comercio, vigente desde 1977. Mientras va haciendo efecto el fallo del tribunal, los criadores comerciales y los grupos de defensa de los derechos de los animales se enfrentan a una pregunta crucial: ¿puede la creación de un mercado legal para cuernos de criadero poner freno a la caza furtiva, una pandemia que se cobra unos 1.500 rinocerontes salvajes al año? La decisión del tribunal marcó un antes y un después para la industria sudafricana del rinoceronte. En agosto, John Hume (el criador de rinocerontes más exitoso del mundo) condujo la primera subasta electrónica de cuernos realizada en el país. En un texto publicado en el sitio web de la subasta, sostiene que “la demanda de cuernos de rinoceronte es elevada, y el comercio legal puede satisfacerla y prevenir la caza furtiva”. Pero los críticos sostienen que la legalización puede renovar el interés en los cuernos de rinoceronte, eliminar el estigma remanente relacionado con su posesión y provocar un aumento de la demanda que supere la oferta comercial e incluso aliente más caza furtiva. Criadores y comerciantes como Hume admiten que la demanda “por ahora no desaparecerá”. Pero sostienen que como los cuernos son un recurso renovable (vuelven a crecer, aunque lentamente, después de cortados) lo que Sudáfrica realmente necesita es incentivos para alentar la cría responsable y la conservación. No conviene fiarse demasiado de una estrategia de conservación basada en la cría comercial. Como señaló Laura Tensen, científica de la Universidad de Johannesburgo, “los animales salvajes son más apreciados, por su escasez y elevado costo”. La cría comercial solo tendrá éxito si los cuernos de criadero llegan a ser vistos como sustitutos del producto obtenido del animal salvaje. También habría que incrementar la acción policial para detectar los productos ilegales y desarmar las redes de lavado, aunque as mafias dedicadas al contrabando de animales salvajes (que a menudo operan con ayuda de funcionarios públicos) saben muy bien cómo eludir la vigilancia. La cría en cautiverio es costosa y el rinoceronte blanco casi nunca engendra crías fértiles en cautiverio. Además, el ritmo de crecimiento de los cuernos es solo unos seis centímetros al año en animales adultos jóvenes, y decrece con la edad. Los criadores comerciales sostienen que sus métodos no se pueden catalogar como “cautiverio”: el modelo de Hume intenta replicar las condiciones de la vida salvaje lo más posible. Pero para que la cría se convierta en alternativa a la caza, todos los criadores tendrían que replicar las mismas condiciones. Como eso supone grandes costos, es seguro que algunos querrán tomar atajos. Los economistas han refutado el mito de que un mercado interno legal de cuernos de rinoceronte permitirá la conservación de las poblaciones salvajes. Incluso si la producción sudafricana de criadero pudiera satisfacer una parte de la demanda mundial, no afectaría a los consumidores que prefieren el producto salvaje o son indiferentes al origen.