Quien paga la factura
Cuando anteayer escuché al presidente Moreno anunciar las medidas económicas, me acordé de Olof Palme, padre del “Estado de Bienestar” sueco, un sistema cuyo objetivo es que todos los ciudadanos tengan condiciones de vida digna. Todos. No pocos ni muchos: todos.
Me acordé porque Suecia no nació rica o progresista. Pero Palme y otros como él lograron -en pocas generaciones- sacarla de su pobreza. “La democracia es una cuestión de libertad... y la libertad es salud, educación, trabajo digno y seguridad jurídica para todos”, decía el líder sueco en los años 80.
Mientras Suecia tuvo y tiene a los Palme, acá tenemos a los que tenemos. Osvaldo Hurtado, por ejemplo. En 1983 sucretizó las deudas en dólares que unos pocos habían adquirido e hizo que las asuma el Estado. Que las pagó en dólares en nombre de los deudores, y a ellos les cobró en sucres, tarde, mal o nunca. Pero ahí lo tienen ustedes, aun hoy, a ese Olof Palme al revés justificando lo injustificable, tan orondo.
Jamil Mahuad, pupilo de Hurtado, es otro ejemplo. En 1999 salvó a los bancos con la plata de todos nosotros y logró que los banqueros, vivísimos, se declararan en quiebra porque ya sabían que “en beneficio de todos”, o sea de ellos, el Gobierno había creado una agencia que garantizaba los depósitos que ellos captaron. Y que devolvieron tarde, mal o nunca. Pero si le preguntan a Mahuad, responde como Hurtado: había que hacerlo. Era de sabios hacerlo.
Lenín Moreno dictó medidas adecuadas, me dijo ayer Fausto Ortiz, respetado experto y el único economista al que entiendo, “porque solucionan un problema. No habrá más déficit ni más presión por impuestos”. Espero que tenga razón. Pero... tras el lenguaje economicista, la historia de Ecuador muestra verdades simples. ¿A quién se beneficia? ¿Qué bolsillos afecta en la cotidianidad? ¿Qué presupuesto social se termina recortando? ¿Qué conquista social se deteriora?
Las medidas siempre han sido eso: saber dónde el Gobierno tiene sus prioridades e intereses y quién paga la factura. Yo creo que la pagarán los más pobres. Porque aquí el “Estado de Bienestar” siempre ha sido de unos pocos. Muy pocos.