Paciencia franciscana

Algo nos queda claro a los ecuatorianos: la Asamblea no apoya al Ejecutivo en casi todos los frentes y menos en su supuesta lucha contra la corrupción. No es suficiente que el Ejecutivo amenace con vetar el proyecto de reformas al Código Orgánico Integral Penal (COIP), luego de que el Parlamento no diera paso a la incautación de bienes mal habidos por actos de corrupción.

Se tiran la papa caliente de un lado al otro y al final no hacen nada. Si el Ejecutivo quiere en realidad combatir la corrupción y no quedarse en la simple retórica que escuchamos desde que inició este gobierno, debe tomar con firmeza las medidas que tiene y puede.

El presidente, luego de más de dos años en el cargo, debería conocer claramente qué autoridades no están haciendo su trabajo: SRI, Superintendencia de Compañías y la Unidad de Análisis Financiero y Económico, cuya misión principal es liderar la lucha coordinada contra el lavado de activos.

Hay dos cosas en la vida que no se pueden esconder, la tos y el dinero, y por ello, lo primero que hacen los corruptos es camuflar sus bienes a través de parientes o testaferros. Aún vemos nuevos ricos muy campantes por el país, ostentando fortunas provenientes de actividades reñidas con la ley. Si las mencionadas instituciones hicieran su trabajo, empezarían cruzando la información para detectar y perseguir fundamentada y técnicamente el enriquecimiento no justificado. La lucha contra el lavado de activos y la evasión tributaria, así como sus sanciones, están en pañales.

Esperar algo de una Asamblea que no hace ‘quorum’ y no aprueba las leyes que corresponde, es como pedir peras al olmo.

El Ejecutivo debe empezar investigando los patrimonios y se dará cuenta de que muchos de estos no tendrán una justificación coherente.

¿Hasta cuándo esperamos la recuperación del dinero robado al pueblo del Ecuador? ¿Hasta cuándo los parientes y testaferros siguen gozando y proveyendo del dinero mal habido a sus caporales?

Dejen las excusas a un lado y comiencen a trabajar, que el tiempo se acorta y la paciencia franciscana del pueblo se agota.