Espera. Jorge Guerrero esperaba la llegada de clientes en la vulcanizadora donde trabaja.

Otros descansan y ellos aumentan sus ingresos

Debido a que la actividad se intensifica, el teniente Santiago González, quien labora en el circuito Nuevo Guayas, detalló que para la avenida Casuarina se destinan 20 policías para que resguarden la zona.

Las gotas de lluvia le chorreaban del pelo y se le metían a los ojos a Emilio Troya. Con la mano izquierda se escurría, en vano, y con la derecha sostenía las más de 20 escobas que pretendía vender.

Eran las 11:00 y el aguacero que cayó la mañana de ayer en Guayaquil lo había empapado, pero él continuaba caminando sonriente por la avenida Casuarina, en el sector conocido como ‘La Entrada de la 8’.

Mientras otros sectores de Guayaquil parecían desérticos y aletargados por el feriado, en esa zona del noroeste porteño, decenas de comerciantes pululaban como hormigas alrededor de terrones de azúcar.

Aquella desolación de otros sectores la padeció Doménica Tapia. Ella abrió su pastelería en La Garzota. En toda la cuadra, su local fue el único abierto. No le fue bien, pues solo tuvo siete clientes durante los tres días. Desde el domingo estuvo sola. Solo veía a la gente tanquear su vehículo en una gasolinera cercana.

En cambio Emilio, llegó caminando con sus escobas al hombro desde El Fortín. Tiene 30 años realizando la misma actividad y para él, el carnaval es una oportunidad para incrementar sus ventas. No era el único empapado. Vendedores y transeúntes zambullían sus pies en los charcos mientras voceaban sus promociones “por el feriado”.

Otra centena de clientes entraba y salía de las farmacias, tiendas, boutiques, panaderías, asaderos, bazares que poblaban ambos lados de la avenida. Fidela Cuero llegó desde Esmeraldas a pasar el carnaval con su familia.

Como necesitaba ropa para sus dos hijos, ayer rebuscaba en las perchas del almacén de Rosa Yungán. “Pregunté dónde podía encontrar algo abierto y me dijeron que en ‘La Entrada de la 8’”, dijo a EXPRESO la afroecuatoriana de 33 años.

Pero no, aunque escasos, en otros sectores de la ciudad, como en la ciudadela Miraflores, otros propietarios de negocios prefirieron trabajar. Las puertas abiertas de la peluquería de Lucy de la O y su hermana Marisela resaltaban en la calle Ignacio Cuesta.

Ellas fueron prácticas. Les consultaron a sus clientes si acudirían a su negocio en los días de asueto y, como la mayoría dijo que sí, decidieron aplazar su descanso. Es una práctica que realizan cada feriado y, sin querer, esto hace que aumenten sus ingresos.

“Nuestros clientes nos refieren a otras personas, porque como son pocos los que trabajan en esos días, nos buscan a nosotros”, comentó Lucy, quien tiene este negocio desde hace 10 años.

Otro local que no ‘descansa’ es la vulcanizadora donde labora Jorge Guerrero, en El Paraíso. Ellos no solo atienden en los feriados, sino que lo hacen las 24 horas. El hombre, de 56 años, detalló que los días más rentables para ellos fueron el viernes y el sábado, cuando los viajeros abandonaron la ciudad.

Ayer iba a cerrar el día con solo un cliente. Sin embargo ahí estaba, sentado en la vereda con su ropa embadurnada de grasa, esperando desde las 09:00 para mover sus dedos renegridos. “Es mejor así, porque hay muchos accidentes, las playas están llenas. Con el dinero que hacemos aquí, luego ya nos damos nuestro propio feriado”, insistía optimista.

La misma ilusión tenía Emilio, porque aquella veintena de escobas que lo hacían caminar encorvado por la Casuarina, era su segunda tanda. Él, en cambio, no sabe cuándo se dará vacaciones, pero seguro que no será ni en Semana Santa, ni en ningún otro asueto, se despide sonriente con su mano goteando por la lluvia.