Los origenes del progresismo

Para entender la actual coyuntura política de la región -después de la derrota del kirchnerismo en Argentina y la ilegítima destitución de Dilma Rousseff en Brasil, o los problemas de gobernabilidad de Maduro en Venezuela, entre otros casos-, particularmente a los regímenes llamados progresistas, donde se inscribe el gobierno de la RC de nuestro país, debemos empezar, primero, definiendo el escenario donde se produjo su conformación y ascenso al poder del Estado, como también el porqué de sus situaciones en la actualidad. ¿Hay un agotamiento de un proyecto histórico o estamos ante la finalización de un ciclo político?

La segunda posguerra mundial también produjo algunos cambios en la región, que se promovieron durante la etapa de oro del crecimiento económico del capitalismo norteamericano y más duros enfrentamientos de la bipolaridad de la Guerra Fría, como fueron la Revolución cubana de 1959 y su posterior alineamiento con el bloque soviético, y el ascenso electoral y democrático de Salvador Allende y la Unidad Popular en Chile, y su permanente defensa de la Revolución cubana.

Estos hechos provocaron que EE.UU. actúe a través de la CIA y las Fuerzas Armadas de nuestros países, que controlaban totalmente, a que impulse golpes de Estado para cortar cualquier veleidad reformista o progresista, ya sea de modernización o antisistema. Recordemos las cruentas dictaduras del Cono Sur durante las décadas de los 60 y 70, o las “dictablandas” de la región, como en nuestro país.

Pero los graves atropellos cometidos a los derechos humanos, incurriendo en crímenes de lesa humanidad, y la corrupción en la que cayeron todos, conjugada a los resultados escuálidos que produjo la política económica neoliberal, impuesta por el consenso de Washington y el FMI-BIRF, provocó sus salidas y la propuesta de desconocer cualquier intento golpista en la región, impulsada por el presidente Carter y la nueva Carta Democrática de la OEA, como también por denuncias de los colectivos nacionales, papel jugado por la CIDH y la presión mundial.

colaboradores@granasa.com.ec