Una OPEP para los migrantes

En 1960, Irán, Iraq, Kuwait, Arabia Saudita y Venezuela formaron en Bagdad la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). A medida que se incrementaba la dependencia mundial del petróleo, también lo hacía el poder de la OPEP. Hoy que muchos países en desarrollo constituyen algunos de los principales exportadores de trabajadores en el mundo, ¿se debería conformar un cártel similar a la OPEP para trabajadores migrantes? La OPEP tuvo éxito protegiendo los intereses comunes de sus miembros que estos no podían defender de manera individual. En un mercado con distorsiones estructurales, las herramientas políticas y las acciones colectivas del tipo de la OPEP podrían ser más eficaces que las políticas públicas. Los países ricos importadores de mano de obra y los pobres exportadores de ella tienen una relación mutuamente dependiente; pero los importadores unilateralmente pueden apretar o aflojar la inmigración o regulaciones del mercado laboral, dejando a los exportadores en constante incertidumbre. Este desequilibrio puede traer consigo graves costos para los exportadores de mano de obra. Las remesas de dinero que envían los trabajadores expatriados son una línea vital para los países en desarrollo -más que cualquier otro flujo financiero. Si los países exportadores de mano de obra se agruparan, incluyendo a China, México e India, tendrían en sus manos la mayor parte de las cartas en negociaciones colectivas sobre salarios, condiciones para emisión de visados y otras que también podrían beneficiar a países no miembros a medida que cambien las normativas a nivel mundial. Los importadores de mano de obra tendrían que competir por acceso a un mercado colectivo, en lugar de luchar por acceso a mercados nacionales individuales, obteniendo una ventaja comparativa significativa sobre los que no lo lograron. Un cártel impediría que los países exportadores de mano de obra canibalicen sus propios intereses, como hoy ocurre con los acuerdos bilaterales, pues los gobiernos podrían fijar tasas mínimas para salarios. A medida que los exportadores capaciten a sus fuerzas de trabajo migrantes, su demanda crecería y encendería la competencia entre comerciantes proveedores, en lugar de solamente proveedores, impulsando el ciclo virtuoso de salarios más altos y mayor capacitación en habilidades, que al darse en mercados a nivel mundial, transparentaría más los precios de algunas habilidades, para todos por igual. Los países importadores podrían recaudar impuestos sobre la base del recién establecido salario mínimo y las remesas enviadas permanecerían libres de impuestos. El cartel cumpliría, a su vez, la función de sindicato internacional de trabajadores, dando poder de negociación a los empleados en países donde los sindicatos son débiles o están prohibidos. Y podríamos esperar que la xenofobia disminuya a medida que el acceso a trabajadores extranjeros sea cada vez más privilegiado; los países exportadores de mano de obra tendrían un incentivo para frenar a oportunistas aprovechadores y a la emigración ilegal, y los importadores un incentivo para legalizar y gestionar el estatus de los inmigrantes ilegales que ya se encuentran dentro de sus fronteras.

Project Syndicate