Obstaculos al plan de Trump

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, tiene en su país un camino relativamente despejado para implementar su programa económico: los republicanos serán mayoría en ambas cámaras del Congreso. Pero la economía de EE. UU. no existe en el vacío. Para lograr alto crecimiento y estabilidad financiera auténtica, Trump necesitará ayuda exterior. Él puso la inversión en infraestructura, la reforma impositiva y la desregulación como componentes centrales de su estrategia para impulsar el crecimiento real y potencial de la economía estadounidense; y confiado en que su plan se desarrolle según lo previsto, fijó metas ambiciosas, como un crecimiento del PIB cercano al 4 % anual. Por ahora parece que logró convencer a los inversores, quienes dando por sentado que el nuevo gobierno no iniciará una guerra comercial, se apresuraron a trasladar a las cotizaciones la esperanza de un aumento del crecimiento real, de la inflación y del ingreso de dinero a los mercados financieros. Esto permitió a la Reserva Federal de EE. UU. (Fed) comenzar a normalizar su política monetaria (además de la subida de 25 puntos básicos del tipo de interés, la Fed indicó que en 2017 habrá nuevas subidas a un ritmo cada vez más veloz). Eso aparentemente convenció a los mercados de que EE. UU. irá abandonando un largo período de excesiva dependencia de la política monetaria no convencional y la reemplazará con una combinación de política fiscal más laxa y reformas estructurales de estímulo al crecimiento, y trepó los precios de las acciones, con los sectores financiero e industrial a la cabeza; subieron los rendimientos de los bonos públicos estadounidenses (en términos absolutos y en relación a los de otras economías avanzadas) y el dólar llegó a niveles no vistos desde 2003. Aquí hace su entrada el resto del mundo. En comparación con Estados Unidos, a otras grandes economías (en Europa y Asia) puede resultarles mucho más difícil rebalancear su combinación de políticas, que sigue mostrando excesiva laxitud monetaria, reformas estructurales insuficientes y, en algunos casos, política fiscal demasiado restrictiva. Pero si no lo hacen, las subidas continuas de tasas por parte de la Fed alentarían a los inversores a vender sus bonos en cartera (en particular los alemanes y japoneses, de rendimientos actuales bajos e incluso negativos) a cambio de variedades estadounidenses más rendidoras. La consiguiente ola de capitales a EE. UU. subiría todavía más el valor del dólar. La economía estadounidense está mucho mejor que la mayoría de las otras economías avanzadas, pero aún no está preparada para soportar un período prolongado de apreciación sustancial del dólar, lo que deterioraría su competitividad internacional y sus perspectivas económicas generales. Entonces Trump podría tener motivos para poner en práctica su retórica proteccionista; eso podría dañar la confianza de los mercados y las empresas, e incluso provocar una respuesta de los principales socios comerciales.

Para que la Trumponomics funcione, los países de más peso, en particular, Alemania, China y Japón deben hacer sus propios ajustes políticos para alentar el crecimiento. Trump y su equipo deben tomarse un tiempo para desarticular posibles obstáculos internacionales al éxito de su plan.

Project Syndicate