Obituario de un ano aciago

Desgraciadamente 2018 no pasará a la historia por haber estado plagado de éxitos políticos y diplomáticos. Si 2017 ya nos había traído una notable erosión del orden internacional, hoy vivimos en un mundo todavía más caótico, más inflamable y más hostil, tres adjetivos aplicables también al gobierno de la primera potencia mundial. 2018 ha estado marcado por la “guerra comercial” que ha puesto en marcha Estados Unidos. Por una China que eliminó a principios de año los límites a los mandatos presidenciales, avivando los temores de que la “nueva era” de Xi Jinping destierre por completo el liderazgo colectivo y la circunspección de Deng Xiaoping. Y por una Rusia reemergente en términos geopolíticos, aunque no económicos. En un escenario de exacerbado militarismo ruso, si EE. UU. y Rusia desecharan el Tratado de Eliminación de Misiles de Corto y Medio Alcance nos hallaríamos ante una complicación añadida, que afectaría muy especialmente a Europa. Mientras tanto, Oriente Próximo sigue siendo el principal foco de conflictos en el mundo. Si bien se ha confirmado el retroceso territorial del Estado Islámico (no su derrota), la guerra en Siria sigue cobrando víctimas sin pausa. Tampoco ha menguado la tragedia humanitaria del conflicto yemení, aunque recientemente se han producido avances significativos. En Afganistán, EE. UU. sigue inmerso en la guerra más larga de su historia, y se estima que el porcentaje de distritos controlados por los talibanes es el mayor desde que fueron derrocados en 2001. EE. UU. ha redoblado su apuesta por el eje Israel-Arabia Saudí-Emiratos Árabes Unidos, que se opone frontalmente a Irán. La apertura de la embajada estadounidense en Jerusalén coincidiendo con el 70 aniversario de Israel, el abandono del acuerdo nuclear con Irán (con la sucesiva y abusiva reimposición de sanciones extraterritoriales, que refleja la creciente militarización del dólar) y la tibia respuesta de Trump al asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi han sido sucesos derivados de este enfoque. EE. UU. solo ha conseguido azuzar a los sectores más militaristas de todos estos países. Trump también ha contribuido al avance del populismo. En Latinoamérica, Andrés Manuel López Obrador y Jair Bolsonaro fueron elegidos presidentes de México y Brasil, poniendo de manifiesto que el término “populismo” engloba ideologías de distinto signo. En Europa, el nuevo Gobierno italiano emprendió una batalla presupuestaria contra la Unión Europea -que afortunadamente acaba de resolverse- apelando a una interpretación anticuada de “soberanía”. Pero una noticia inesperada y claramente positiva que nos regaló 2018 fue la distensión entre EE. UU. y Corea del Norte, aunque los progresos en desnuclearización de la península coreana han sido, por el momento, básicamente cosméticos. Otra positiva: los resultados de las elecciones de medio término en EE. UU., que auguran cierto cambio de tendencia en el año próximo. En Europa, que 2019 sea más positivo dependerá de que seamos capaces de capear el ‘brexit’, que Angela Merkel y Emmanuel Macron estén en disposición de unir sus fuerzas para reformar la Unión, y que las elecciones europeas de mayo dibujen un panorama razonablemente favorable para los defensores del Estado de derecho, la integración europea y el multilateralismo