Navidad

Estando por concluir el cuarto milenio del calendario hebreo, siendo el año 752 de la fundación de Roma, bajo el imperio de César Augusto, con Herodes como rey de Judea y habiéndose ordenado a través de un edicto el censo que hizo que muchos tuvieran que desplazarse a distintos lugares de la región, en una noche estrellada y de santa paz nació Jesús, cobijado por el amor de José y María y el calor de una mula y un buey, en el pequeño poblado de Belén, ignorado hasta ese entonces, dando el giro más importante que la historia de la humanidad haya experimentado.

Para los historiadores es el día del nacimiento de uno de los hombres más importantes de la historia, que ha marcado incluso la forma cronológica del calendario; para los que profesan otra fe, es el nacimiento de uno de los más grandes profetas de todos los tiempos; para filósofos y científicos es uno de los más grandes filósofos de la humanidad; y para nosotros los cristianos es el hijo de Dios, nuestro Salvador, que nos recuerda el amor de Dios Padre a los hombres y el compromiso con nuestra fe.

Y aunque el mundo a lo largo de estos años ha vivido importantes revoluciones que transformaron sociedades, se han descubierto nuevos mundos y hay grandes avances tecnológicos, para una gran mayoría el día más importante de la historia es el 25 de Diciembre del año uno de nuestra era.

En esta época de reencuentros, recuerdos y añoranzas, de buenos deseos y de las más sublimes muestras de afecto, se nos recuerda cada año que, pese a las vicisitudes de nuestro día a día, no todo es malo en nuestra sociedad, y que la fe y la conexión del hombre con su Dios es lo más importante. Para nosotros, los cristianos del mundo, es el recuerdo presente cada año de la Alianza de Dios con los hombres, y el convencimiento de que aunque no somos dignos de que entre en nuestra casa, una palabra suya bastará para salvarnos.

Quiero aprovechar este espacio para desearles una feliz y bendecida Navidad, queridos lectores.