
El Municipio llama a filas a sus policias metropolitanos
La misión del metropolitano es trabajar en pos del orden de la ciudad, haciendo cumplir las ordenanzas municipales. Sus mayores logros se ven en los sitios más representativos de la urbe.
Parecía una broma de pésimo gusto. Pero no lo era. A mediados de enero de 2015, un miembro de la Policía Metropolitana de Guayaquil llevaba retenida a una comerciante informal en el balde de la camioneta Nº 519 y, para que esta no escapara, le había aprisionado una mano con el vidrio de una puerta del carro. Con la mano libre golpeando al vehículo y con gritos, la mujer imploraba por su libertad pero el agente, sin conmoverse, siguió conduciendo hasta el cuartel. La escena fue grabada en un vídeo aficionado y su viralización logró el repudio de la ciudadanía y la posterior destitución del mal funcionario.
Pero los tiempos en que el policía metropolitano era rechoncho, sin equipos de trabajo y con poca o ninguna formación académica han cambiado. Ahora hay otro escenario en la entidad, desde que la institución del orden comenzó un proceso de mejora y renovación hace casi 10 años.
La misión del metropolitano es trabajar en pos del orden de la ciudad, haciendo cumplir las ordenanzas municipales. Sus mayores logros se ven en los sitios más representativos de la urbe. El resultado del trabajo puede verse en la calle Olmedo. Desde Noguchi hasta el Malecón. Ese sector era simplemente intransitable. Una zona roja en todos los sentidos.
Con 588 hombres (la cuarta parte de la cantidad de metropolitanos que tiene Quito), esta institución se esfuerza en controlar la informalidad en la zona regenerada del centro, que en los ochenta fue prácticamente un botadero. Aunque la misma Dirección de Justicia y Vigilancia admitió en un reportaje anterior en EXPRESO que eliminar completamente los negocios irregulares en toda la ciudad es casi imposible.
Las filas de la policía metropolitana tampoco han conseguido librarse, pese a los cambios en el cuerpo, de esa etiqueta de peleoneras o abusivas que le han endilgado los enfrentamientos con la población. En algunas ocasiones, los encuentros de este tipo trascendieron ante los medios y generaron división como el que ocurrió en 2013, cuando se suscitó una revuelta entre artistas y agentes municipales en el exterior del Cabildo, que terminó con varios civiles heridos, entre ellos el cantante Kristian Fabre.
Roberto Viteri, un oficial retirado de la Policía Nacional que hace poco se integró al cuerpo metropolitano, reconoce que aquellas manchas aún pesan sobre ese departamento municipal, pero asegura que son situaciones ahora superadas “con mucha capacitación”. “Hoy nuestros agentes son mucho más tolerantes y tienen mucho autocontrol ante las ofensas que les hacen los informales”, asegura el funcionario.
En lo que va de 2018 la Defensoría del Pueblo no registra una sola queja que involucre a estos gendarmes, a diferencia de años anteriores, cuando esta entidad, la Fiscalía y el Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos eran el paño de lágrimas de gente que se decía abusada por los metropolitanos. Las cifras no recogen, en cambio, las protestas que sí llegan a las redes sociales cuando, por ejemplo, incautan carretas de comerciantes informales (por eso, les han otorgado el apodo de ‘robaburros’).
“La Constitución prohíbe expresamente decomisar, confiscar mercadería”, criticó en su día presidente Rafael Correa durante una de sus sabatinas como ataque a la gestión municipal, en mayo de 2010. “Es claro que los metropolitanos en Guayaquil son unos abusivos”.
No obstante, la labor de decomisar está respaldada por los artículos 2 y 3 del Reglamento que regula las condiciones para el control y destino de bienes que ocupan espacios de uso público sin permiso municipal.
Franklin Moreno, abogado y especialista en derechos humanos, ayudó hace un año a capacitar a estos agentes y cree que estos han avanzado mucho en temas de DD. HH., Cultura de Paz “y por tanto su rol en la sociedad ha cambiado para bien”.
Lo que no ha cambiado, lamenta el capitán Viteri, son las provocaciones y agresiones que hasta hoy sufren sus compañeros. Lo atribuye en gran parte a la falta de conocimiento de las normas municipales por parte de muchos ciudadanos. Hay casos, incluso, que han llegado a la Fiscalía por agentes agredidos.
El 19 de diciembre de 2017 las tareas de esta entidad aumentaron con la vigencia del Código Orgánico de las Entidades de Seguridad Ciudadana y Orden Público (Coescop), que obliga a este tipo de entidades a colaborar con la seguridad ciudadana, dar información turística y ayudar al cuidado del medio ambiente. Para ese entonces, la Policía Metropolitana ya tenía a cargo el orden urbano desde 1993. En 2009, tras capacitaciones en relaciones humanas y otras disciplinas, los calabozos de esta institución dejaron de albergar huéspedes.
Este proceso de transformación no ha logrado acabar con la corrupción. El 21 de abril de 2017, EXPRESO publicó que de 480 elementos que tenía en sus filas, 324 habían sido separados por mala conducta, especialmente por recibir coimas de los mismos informales. “La renovación ha sido paulatina desde 2009”, explicó entonces un asesor municipal. A la fecha, los destituidos en la última década llegan a 350.
Oídos sordos a los epítetos
Volverse inmune a los calificativos está ayudando mucho a reducir las confrontaciones entre metropolitanos y comerciantes informales en Guayaquil. ‘Robaburros’ y ‘garroteros’ son solo algunos epítetos que la gente suele poner a estos uniformados desde hace mucho tiempo, incluso cuando simplemente caminan por las calles.
“Hoy somos ‘oídos sordos’ a comentarios como esos”, asegura la agente Nora Gómez, quien recuerda que en una ocasión, tras ser vista con su uniforme fuera del Municipio, alguien comentó cerca de ella: “¡Ah, también ha habido robaburritas!”.
Otros agentes consultados admiten que anteriormente respondían a estos agravios, “pero hoy nos resbala, tenemos más autocontrol”.