
Claustro en peligro: frailes no quieren un hotel en su convento
Los agustinos luchan contra la conversión de su claustro del siglo XVI en un complejo turístico, con apoyo del papa León XIV
Los frailes agustinos de la ciudad italiana de Florencia (norte) han emprendido una batalla para impedir que una parte de su histórico convento sea reconvertido en un hotel de lujo y, para esta misión, cuentan con el apoyo de los vecinos y hasta del nuevo papa León XIV, que solía visitarles antes de su elección.
"Destruir un edificio como este, un convento del siglo XVI, sería una auténtica lástima", reconoce a EFE el prior, Giuseppe Pagano.
La presencia de los frailes seguidores de San Agustín en Florencia ha sido continua desde el remoto año 1250, asentándose y prosperando en los territorios de la orilla izquierda del río Arno, donde levantaron a mediados del siglo XV la impresionante basílica del Santo Spirito.
Este templo es una de las joyas de la capital del Renacimiento: fue el último proyecto de Filippo Brunelleschi e inspiró a enteras generaciones de artistas, incluso al mismo Miguel Ángel, que talló en madera un crucifijo conservado todavía en la sacristía.
Pero el complejo del Santo Spirito fue también la histórica morada de los agustinos de Florencia, ya que residieron durante siglos en las celdas de dos claustros construidos junto a la basílica.
El claustro de la discordia
Sin embargo, este edificio 'residencial' ha acabado dividido con el paso de los siglos: en uno de los claustros viven todavía cuatro frailes, un laico que los asiste y tres estudiantes; mientras que el otro, pegado y abandonado, es hoy propiedad del Estado italiano y fue usado hasta 2004 como un cuartel militar.
Ahora, tras años de abandono, el Ministerio de Defensa busca dar una nueva vida a este claustro, conocido como la 'Caserma Ferrucci', y se lo ha entregado a una empresa especializada en residencias de ancianos, mediante una licitación pública en 2021.
Este fallo ha indignado a los frailes porque sospechan que esa supuesta residencia esconde un hotel para ricos, lo que contribuiría a la 'turistización' del centro histórico florentino, pero también porque la presencia de eventuales huéspedes amenazaría la calma que requiere la contemplación de la vida monacal.
"No sabemos si será una residencia, pero el presentimiento, por decirlo de algún modo, es que será un hotel de cinco estrellas", denuncia en conversación telefónica el prior, que se enteró de la licitación por un amigo coronel que residió en este cuartel y que estaba al tanto de todo.
Una protesta colectiva
Los frailes se han movilizado para impedir que el Santo Spirito tenga un epílogo así, amagando incluso con su ocupación, apoyados por el arzobispado, el Ayuntamiento y los vecinos del barrio.
Como alternativa, los religiosos proponen devolver a la ciudad la parte abandonada del claustro convirtiéndola en un centro cultural internacional guiado por la "espiritualidad agustina".
Para ello, el padre Pagano, el general de los Agustinos, Alejandro Moral, y el arzobispo, Gherardo Gambelli, han llamado "a todas las puertas" y han pedido al ministro de Defensa, Guido Crosetto, que detenga la licitación.
"A día de hoy la situación está tranquila porque hemos mantenido encuentros y conversaciones. Por eso estamos a la espera de saber si el ministro bloqueará la asignación y creo que se dan todas las condiciones para que así sea", augura el fraile.
Un huésped histórico
Pero, por otro lado, el convento de Santo Spirito tuvo durante años un huésped de excepción, un discreto y apacible misionero agustino estadounidense que, sin saberlo, estaba destinado a pasar a la historia como papa: Robert Francis Prevost, León XIV.
"Venía cuando era un simple fraile y luego como obispo y cardenal. La última vez que nos vimos aquí fue el 7 de abril del 2024", rememora Fray Giuseppe, con la fecha aún clavada en la memoria. Un año más tarde, el pasado 8 de mayo, aquel misionero sería elegido pontífice.
El fraile asegura que el nuevo papa "obviamente está al corriente de todo" porque antes de su elección se interesó por el destino del claustro y ya en 2020 le escribía por correo electrónico para preguntarle desde el otro lado del planeta, en su diócesis de Chiclayo, en Perú.
"Él es de la familia y conoce toda esta problemática. Debo decir que nos animó", asegura, apuntando enseguida que "no ahora", sino antes de que fuera elegido pontífice.
Porque, por el momento, estos frailes no han querido contactarle para pedir una mediación del Vaticano: "No queremos molestarle ni ponerle en compromisos", confiesa el prior, consciente del papel "universal" que debe, ahora, desempeñar como papa.
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