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MANAGUA. Un grupo de personas llega a la junta receptora de votos, del distrito dos de la capital durante las elecciones presidenciales.Jorge Torres / EFE

El abstencionismo, el duro contendiente que tuvo Ortega

El presidente de Nicaragua alega que su país asistió a votar ayer “entre la paz y el terrorismo”.  El proceso se dio con siete candidatos en prisión

Más allá del resultado, con poca emoción debido a que compite contra candidatos desconocidos, ya que quienes podrían hacerle sombra fueron detenidos en los meses previos, la única duda de la jornada era conocer el alcance del boicoteo propuesto por la oposición que llamó a quedarse en casa.

Así, en una peculiar jornada de votación, considerada una “farsa” por la oposición, el presidente, Daniel Ortega, de 75 años, cumplió con el ritual de elegirse para un cuarto mandato que lo atornillará en el poder durante 20 años.

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Durante todo el día el esfuerzo del Gobierno sandinista estuvo concentrado en tratar de imponer una narrativa de normalidad democrática y gran afluencia en los colegios electorales. Los canales oficiales desplegaron todos sus medios tratando de mostrar un país votando en paz que abarrotaba las urnas mientras participaba de “una fiesta cívica”. Sin embargo, desde temprano, la titular del Consejo Supremo Electoral, Brenda Rocha, llamó a los nicaragüenses a acudir a las urnas.

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InfografíaEFE

Paralelamente, los medios censurados transmitían desde Costa Rica imágenes de calles desiertas, plazas vacías y colegios desangelados en señal de desprecio a unos comicios considerados “fake” por Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea.

Por su parte, el presidente candidato salió a decir que la ciudadanía “está eligiendo entre la paz y el terrorismo”, esto último, según él, promovido por la oposición excluida de las elecciones generales, entre ellos los siete aspirantes presidenciales que se perfilaban como sus principales rivales.

En una práctica inusual, el mandatario hizo su llamado a mitad de la jornada electoral, que en sus primeras siete horas había transcurrido en calma y con baja afluencia de votantes, en contraste con los pronósticos del oficialista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que predijo una votación masiva.

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La oposición excluida de participar en las elecciones, los nicaragüenses en el exilio y la Asociación Madres de Abril, que aglutina a familiares de las víctimas del estallido social de 2018, lanzaron campañas desaconsejando votar bajo el argumento de que hacerlo sería legitimar a la “dictadura Ortega Murillo”. Los opositores difundieron en las redes sociales las etiquetas #YoNoBotoMiVoto, #YoNoVoto o #NicaraguaNoVota, entre otros, con las que instan a los nicaragüenses a no salir de sus casas, a mantener las puertas cerradas y las calles vacías, porque consideran que “no hay por quién votar” y que el proceso es una “farsa”.

Los electoresMás de 4,4 millones de nicaragüenses estaban convocados para acudir a las urnas, ubicadas en 13.459 Juntas Receptoras de Votos, en 153 municipios del país. 15.000 efectivos del Ejército y 16.665 agentes de la Policía resguardaron los comicios.

El diario La Prensa, de Managua, aseguraba a mitad de la jornada electoral, que nicaragüenses en más de 30 países salían a manifestarse en contra de las elecciones y del Ortega.

Human Rights Watch (HRW) calificó en un momento de la jornada como una farsa estas elecciones. "Las elecciones de hoy en Nicaragua son una farsa", escribió en su cuenta de Twitter José Miguel Vivanco, director ejecutivo de HRW para las Américas, para quien "Ortega asumirá su cuarto mandato consecutivo a fuerza de represión, censura y miedo".

En una serie de mensajes, Vivanco argumentó que los comicios en Nicaragua eran una farsa, porque desde finales de mayo pasado “el régimen ha detenido y procesado arbitrariamente a 39 críticos del Gobierno, la mayoría de ellos por “traición a la patria”, incluidos siete candidatos presidenciales”.

EE. UU., Canadá y la UE han advertido de sanciones tras estos comicios, entre cuestionamientos a su legitimidad.