Mufa no hallo trabajo sino la muerte
El cuerpo de José Álava fue localizado en un dormitorio del departamento, en la Ciudadela 17 de Mayo, sur capitalino. Estaba en el piso y tenía heridas por arma blanca, así como un golpe.
A Darwin Ordóñez se le “despelucó el cuerpo” al contestar el teléfono. “Ñaño, mataron a uno de mis hermanos. Ayúdame”. Era su prima desde España, quien le pidió asistir a Medicina Legal, oriente de Quito, por ser uno de los pocos familiares que José Álava tenía en la capital.
Ayer, Ordóñez llegó a la morgue, a las 08:00. Estaba cansado porque tuvo una mala noche y durante una hora se paró cerca de la ventanilla de atención. Sin embargo, no pudo identificar el cadáver de Álava o acceder a datos porque no es familiar en primer grado del difunto. “Tenemos que esperar a que la gente llegue de la Costa. Su hermano y cuñado traerán la caja y una camioneta fletada para llevarlo allá”, dijo.
El 29 de noviembre, Tayra, compañera de departamento del fallecido, salió a las 10:00 a trabajar en una peluquería en la Ajaví, sur de Quito. Cerca de las 23:00, ella regresó a su domicilio, ubicado en la Ciudadela 17 de Mayo, también en el sur de la capital.
Llegó a su departamento y vio que la puerta estaba semiabierta. Pero no le dio mucha importancia a aquel detalle que se lo contó luego a la Policía.
▶Lee: Chofer fue baleado por un pasajero en Daule
Fue al dormitorio, encendió la luz y se encontró con un terrible cuadro. Álava, de 29 años, estaba sin vida y tirado en el suelo ensangrentado de su habitación.
Cerca de su cadáver se halló una zapatilla roja y un par de sostenes. Sobre él, algunas cobijas echadas de manera desprolija, dejaban al descubierto únicamente sus piernas.
Tayra salió apresurada a pedir ayuda. Una de sus vecinas se comunicó con el ECU 911, llegando más tarde miembros de Criminalística para las indagaciones.
Mufa, como la llamaban de cariño, era de Bahía de Caráquez (Manabí). Viajaba frecuentemente a la capital en busca de trabajo, ya sea en cocina o peluquería. El día de su muerte se quedó en la vivienda porque seguía desempleada.
José Lucas, otro primo de la víctima, también acudió a la morgue. Se notaba su pesar porque sus ojos estaban rojos; al parecer lloró por la partida de su ser querido. “Él fue a la escuela conmigo. Todos lo querían en su tierra. Esta vez estuvo durante casi dos meses en Quito. Se quería quedar acá”, narró afligido.
Álava era de una familia humilde. Él y sus hermanos fueron criados únicamente por su madre que se dedicaba a lavar ropa ajena.
La progenitora no pudo viajar a la capital para el reconocimiento del cuerpo porque su estado de salud es delicado. Sufre de diabetes desde hace un tiempo y, según los primos de Mufa, es posible que sea sometida a una cirugía para amputarle sus piernas.
Según Ordóñez, su familiar supuestamente fue asesinado por un ladrón. Ellos mantenían esa hipótesis porque otro pariente les comentó que faltaba un televisor.
Lamentaban que su allegado ya no podrá compartir con ellos durante las festividades de diciembre. Generalmente, luego de trabajar una temporada en Quito, regresaba a su tierra natal para Navidad, Fin de Año u otros feriados. Ahora, la muerte les arrebató la alegría de pasar esas fechas tan especiales con Mufa.