La muerte de la OPEP

La Organización de Países Exportadores de Petróleo está muerta. Arabia Saudita la mató. Hoy la OPEP no es más que un zombi sin dientes, que quiere llamar la atención pero sin ningún tipo de impacto en los vivos. Pocos han notado su muerte porque en verdad nunca tuvo el peso que se creía que tenía, ni fue un cartel con poder de mercado monopólico. Quien pensara lo contrario le estaba atribuyendo por error el poder de mercado de Arabia Saudita, que sigue siendo el productor dominante en los mercados petroleros del mundo; sus decisiones políticas y económicas definen la economía energética global. Pero es posible que los nuevos protagonistas en el juego de la producción de energía estén en condiciones de asestarle un golpe a Arabia Saudita, aunque hasta el momento, el reino ha logrado evitar un daño severo. La revolución de la energía de esquisto en Estados Unidos, por ejemplo, ha tenido un impacto internacional mucho mayor de lo esperado-. La cuenca del Atlántico registró un excedente de petróleo por primera vez en medio siglo, y la cuenca del Pacífico se convirtió en el único vertedero para el crudo. El incremento de la producción interna de petróleo de esquisto hizo que Argelia, Angola y Nigeria, todos miembros de la OPEP, perdieran participación de mercado significativa en EE. UU. Sin embargo, esa revolución ha tenido poco impacto en Arabia Saudita, Irak o Kuwait, debido a la calidad del crudo. Argelia, Angola y Nigeria exportaban a EE. UU. un tipo de crudo dulce y liviano, comparable con el petróleo de esquisto. No obstante, muchas refinerías de EE. UU. siguen prefiriendo tipos más pesados y más agrios de crudo que el país importa de Oriente Medio. Como resultado, la participación de mercado de Arabia Saudita en EE. UU. parece relativamente a salvo. Pero ha perdido participación de mercado entre los principales importadores de petróleo en Asia (que han aumentado sus compras de crudo de África occidental) y en China, a manos de Rusia. Al principio, Arabia Saudita apuntó a la industria del esquisto. Pero su estrategia para asegurarse su predominio en los mercados de energía globales evolucionó con el tiempo, adaptándose a la nueva información económica y a las circunstancias políticas. En definitiva, Arabia Saudita arrastró a toda la OPEP a la guerra de precios. Los países incrementaron su producción mientras pudieron, provocando que, naturalmente, los precios cayeran. Cuando la producción alcanzó un pico, los de abajo quedaron fuera del mercado, porque los miembros de la OPEP se vieron obligados a entrar en una competencia directa de precios, unos contra otros. Ahora Arabia Saudita reconoce que los precios bajos del petróleo no le permitirán recuperar plenamente su participación de mercado en Asia y Europa, pero también ve que no existe más sentido para la OPEP, aunque esto no quiere decir que no haya esperanza para la cooperación energética. Todo esto sugiere que la competencia en los mercados energéticos puede cambiar del petróleo crudo a los productos refinados.

Project Syndicate