Del miedo a la sorpresa

“Jettatura” es un término italiano que en su traducción, más criolla que académica, quiere decir “salazón”. O sea, aplicable a quienes por más esfuerzo que pongan en sus acciones casi nunca pueden conseguir sus propósitos. Y suponemos que doña Hillary Clinton es, precisamente, uno de esos seres aquejados por esa suerte de maldición que la ha obligado a someterse al viejo adagio que dice: “en la puerta del horno se quema el pan”. Primero estuvo a punto de ser la escogida por su partido, el Demócrata, para ser candidatizada a la presidencia de la “Yoni”, pero se le cruzó en las primarias Barack Obama, quien llegaría a ser el primer mandatario negro del país anglosajón, en donde la segregación racial contra los negros ha sido una de sus características que, tras largos años de lucha, se ha podido ir superando. Y años después, ahora apoyada por el mismo Obama, se queda otra vez con “los churos hechos”, cuando todos la daban como segura triunfadora en las últimas elecciones en las que salió derrotada frente a Donald Trump. Esto a pesar de haber obtenido más votos que su rival en el conteo total, puesto que el sistema electoral norteamericano se rige por la suma de los grandes electores de los estados que componen la nación más poderosa del mundo. A su edad, con siete décadas encima, esto significa que sus aspiraciones de llegar por fin a la Casa Blanca deben darse ya por concluidas.

Y claro que fue una sorpresa para el mundo, que siguió expectante el desarrollo de los comicios norteamericanos por razones más que obvias, que el candidato republicano, que había desarrollado una agresiva campaña contra mexicanos, migrantes y musulmanes, como una forma de exaltada xenofobia, resultara vencedor con un amplio margen, contándose el número de electores y no de sufragantes.

Pero con mente menos apasionada y más razonadora se explica el fenómeno, ya que quienes han logrado dejar de ser simples migrantes y han legalizado su estadía en Gringolandia, debieron apoyar en su gran mayoría al magnate, que también era el gran empresario de los concursos de belleza mundiales. Y los anglosajones, que son aún un número respetable, también estarían a favor de la tesis de míster Donald Trump.

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