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Meritocracia en entredicho

Los países que dejaron atrás la pobreza lo han logrado, entre otras causas, porque tuvieron un sistema de premiar al que sobresale por su inteligencia, esfuerzo y creatividad; ese debe progresar y ser recompensado. Siempre las personas más talentosas y trabajadoras aprovechan las mejores oportunidades. Son innovadoras, arriesgadas y revolucionan al mundo con nuevos productos y servicios.

Hoy se quiere culpar a la meritocracia de la desigualdad del ingreso; según los voceros, la desigualdad crece por la meritocracia, término acuñado en Inglaterra a 1958. Un sociólogo inglés escribió el ensayo Surgimiento de la meritocracia, sátira a un imaginario sistema de evaluación educativa en el que los británicos más capaces tenían derecho a recibir la mejor educación.

Decir que la meritocracia crea desigualdad económica e insinuar que deben premiarse los logros económicos de otra manera es realmente sorprendente y va contra la naturaleza del ser humano desde que el “homo sapiens”, nuestro ancestro, comenzó a caminar en dos pies. Uno de los primeros homínidos ideó hacer herramientas con piedras, invento extraordinario; mereció ser beneficiario del fruto de su imaginación y permitió que los demás se beneficiaran al aumentar la productividad. Seguramente el inventor vivió con más comodidad que el resto. Más tarde se concluyó que usando metales se podía mejorar la calidad de vida al mejorar los instrumentos de trabajo. Así pasaron los siglos y milenios. Los que se superaron fueron beneficiarios directos de sus logros.

A partir de 1920 nacieron los Estados benefactores; a esa fecha la pobreza mundial había disminuido de 90 % a 40 %. Con ellos surgieron las políticas públicas para seguir combatiéndola; pero su contribución no ha sido significativa, siguió decreciendo por el esfuerzo del sector privado. En los últimos 20 años, enormes avances en la tecnología han contribuido a que la desigualdad aumente; se culpa a la meritocracia. La mayoría de quienes han acumulado inmensas fortunas lo han hecho por mérito propio, no porque hayan explotado a los que no tenían educación o iniciativa.

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