El mercado esta esceptico

El rebote en la cotización del riesgo país es una demostración de escepticismo por parte del mercado respecto de la dirección de la política económica. Internamente existe disensión respecto de las bondades para determinados grupos (muchas) y potencial efectividad (poca) de las medidas contenidas en el proyecto de ley de urgencia económica que cursa en el Parlamento.

Si el problema de fondo de la economía es el gasto público, el manifiesto gradualismo de la ley es inaceptable. El pretendido “aterrizaje suave” de la economía es una maniobra que la experiencia enseña (y lo ha demostrado recientemente en el caso de Argentina), puede resultar en un “aterrizaje forzoso” por causa del deterioro adicional no compensado por los ajustes parciales. La economía ecuatoriana requiere recortes en el gasto público equivalentes por lo menos a un 3 % anual por la duración del gobierno. Es la única forma de propender al equilibrio macroeconómico que, más allá de las convenciones contables, debe traducirse en el mantenimiento del buen orden en las cuentas fiscales sin necesidad de estresar al resto de la economía.

El Gobierno requiere de más de $5.000 millones en financiamiento, y no se perciben iniciativas con el FMI ni con los organismos multilaterales. Su acceso a los mercados de capital tendría costos de alrededor de 11 %, posponiendo el problema con la certeza de mayores presiones fiscales más adelante. La ley prohíbe los préstamos del Banco Central al Gobierno, pero no lo hace con la banca pública (creando la posibilidad de desviación de créditos para el fisco); ignora, además, la necesidad de revertir la mal concebida dación en pago al BCE con acciones de la misma banca pública. No hay mención de normas de disciplina fiscal y subsiste el decreto 1218 del economista Correa, que permitió la violación del límite de la deuda por sobre el 40 % del PIB. No se toca el antitécnico régimen tributario armado en la última década, y se otorgan subsidios a mano abierta al mismo tiempo que se suben otros impuestos. En fin, se pierde una oportunidad importante para demostrar que hay cambios de rumbos más allá del reciclaje de viejos y errados conceptos.

El mercado entiende todo esto y su lectura de escepticismo es justificada pues el problema económico permanece intocado. Es un mal comienzo.