Mejorar la gobernanza en el mundo

Una encuesta reciente del Fondo Carnegie para la Paz Internacional a cien importantes pensadores árabes reveló un consenso general sobre lo que subyace a muchos problemas de la región: falta de buena gobernanza. Incluso dieron más importancia a problemas locales resultantes de esa carencia (autoritarismo, corrupción, sistemas educativos obsoletos y desempleo) que a los regionales (amenaza del autoproclamado Estado Islámico -ISIS o interferencia de pesos pesados regionales o potencias externas). Los levantamientos de la Primavera Árabe trajeron a primer plano la falta de adecuación de los obsoletos contratos sociales de la región para hacer frente a los desafíos políticos y económicos actuales. Pero parece que los gobiernos árabes todavía no reciben el mensaje. Tras cinco años del estallido de las protestas, los ciudadanos árabes aún tienen poca influencia en la dirección de los asuntos de sus países, dependen de economías rentistas incapaces de crear suficientes empleos para sus poblaciones jóvenes y educadas y enfrentan una alarmante ausencia de legalidad que los deja sin garantías de ser tratados igualitariamente, sin importar su género, origen étnico o religión. Pero la mala gobernanza actual no implica que el mundo árabe esté condenado al fracaso. El ejemplo de Túnez es un faro de esperanza. Luego de la revolución de 2011 encaró un proceso consensuado e inclusivo para desarrollar un nuevo contrato social que promueva los derechos individuales y colectivos de su gente. Todavía enfrenta serios problemas económicos y de seguridad pero el diálogo nacional emprendido es un primer paso crucial hacia su solución. Es preciso que otras sociedades árabes emprendan diálogos similares para crear economías e instituciones que satisfagan las necesidades de su gente. Gradualmente los ciudadanos (sobre todo los jóvenes) que no confían en sus gobiernos buscan fuentes de información alternativas y otras formas de supervivencia económica. Hasta ahora los gobiernos casi no se percataron de este cambio, lo que muestra hasta qué punto están desconectados de sus propios pueblos. Pero pronto será imposible ignorarlo. A la vez hay un veloz retroceso de los sistemas rentistas dependientes del petróleo por la abrupta caída de precios en los dos últimos años. Los países de la región tendrán que reformar sus sistemas económicos o enfrentarán la ira de ciudadanos cada vez más descontentos. Un elemento importante de las estrategias de reforma económica será la tecnología, que puede acelerar el progreso socioeconómico del mundo árabe, en la medida en que los países construyan un marco institucional moderno que lo facilite: instituciones eficaces y creíbles, un sistema efectivo de controles y contrapesos políticos y la descentralización del control de la toma de decisiones. A su tiempo, tendrán todo eso.

Project Syndicate