Menos es mejor

La impopularidad de encarecer los combustibles e indirectamente, los precios de los productos de consumo no ha frenado al presidente Lenín Moreno de tomar una medida que, aunque dolorosa inicialmente, es necesaria para una economía que ha gastado tanto en subsidios a la gasolina en estas décadas, como el endeudamiento externo actual.

Se sentirá en los bolsillos, pero también despeja el horizonte. Es un gesto generoso para los mandatarios venideros que se verán liberados de una carga oscilante: mayor cuanto más elevado es el precio del apreciado petróleo. Esa ecuación perversa que ansiaba pero temía la subida de los precios del barril se desvanece ahora. Si el crudo se encarece, el país ganará en exportación, pero ya no restará a la par la subvención de unas importaciones de derivados también más onerosas.

Además del largo plazo, es un paso fundamental e inmediato que erradica la fuga de recursos a través del contrabando de combustible.

Por último: con la memoria aún sensible al despilfarro de las autoridades salientes, es un alivio pensar que no se entregan más recursos al Estado -como habría ocurrido con una subida del IVA- sino que se aprovecharán mejor los que el presupuesto ya incluía.