Una cárcel simbólica y ambulante con rostros de representantes del oficialismo.

Una marcha de pancartas y donaciones

La Unión Nacional de Educadores (UNE) estaba de luto, porque 33 socios murieron en el movimiento telúrico de Manabí. “Somos solidarios con sus familias y nos unimos a su dolor”, señaló la presidenta de la UNE, Roxana Palacios.

Dona una consigna. Los movimientos sindicales, músculo en ejercicio de la oposición en las calles, volvieron a protestar ayer contra el Gobierno Nacional en las tres principales ciudades del país: Guayaquil, Quito y Cuenca. Excusados bajo la solidaridad por el terremoto del 16A, los manifestantes llegaron, en su mayoría, con pancartas en una mano y donaciones en la otra; una combinación poco natural liderada principalmente por los gremios de trabajadores.

Concluidos apenas los ocho días de luto decretados por Carondelet, la calle ha roto el silencio, aupados por las reformas tributarias en marcha en la Asamblea Nacional. Y, aunque acompañados en Guayaquil por rostros políticos como Lenín Hurtado (Unidad Popular) o Salvador Quishpe y Carlos Pérez (Pachakutik y Movimiento Indígena), la caminata sindical ha vuelto a mantener la esencia de anonimato y descontento que los ha caracterizado desde que, hace ya 18 meses declararan el año de la resistencia, sin que se acerque una fecha para su cierre.

Esa resistencia en la capital de la República, también se vivió en la marcha por el Día del Trabajo y la solidaridad a las víctimas del terremoto, que congregó a unas 15 mil personas, según los organizadores.

Los dirigentes gremiales, sociales y políticos encabezaron la caminata. Jóvenes, mujeres, obreros, comerciantes, funcionarios, docentes, jubilados, organizaciones políticas y de campesinos recorrieron el Centro Histórico de Quito.

Pero no entraron a la Plaza Grande o al palacio de Gobierno porque estaban rodeados por un cerco de protección de unos 500 policías.

Vestidos de negro y rojo, los universitarios tocaban tambores y llevaban pancartas con estos mensajes: “No a la criminalización de las protestas. Presupuesto para la reconstrucción, no para la corrupción”.

Las mujeres, de lila, el color que las identifica a nivel mundial, bailaban y gritaban: “Somos la mitad del pueblo y llamamos a la unidad. Estamos contra el Plan Familia porque tenemos derecho a decidir sobre nuestros cuerpos”.

Un grupo del Seguro Social Campesino y otro del movimiento político Democracia Sí llevaban dos tricolores gigantes. También estaba Unidad Popular, con un cartel: “Correa: aquí está la plata que necesitas. Vende TC, GamaTV y el Diario público”.

Para el director de esa organización política, Giovanni Atarihuana, “esta marcha expresa la unidad de los ecuatorianos para enfrentar la crisis y el terremoto. El Gobierno se aprovechó de esta tragedia para imponer más impuestos”, explicó a EXPRESO.

En esta marcha, rica en color y sátira, había una cárcel ambulante, con fotografías del presidente de la República y de sus asambleístas: Marcela Aguiñaga, Betty Carrillo, Virgilio Hernández y Mauro Andino. Detrás de esa comparsa, iban cinco manifestantes con un ataúd y una cruz, que tenían inscritos el nombre del IESS. “Estamos de luto, el IESS murió en manos de este régimen”, dijeron.

El collage de consignas y estampas, convertido en la firma distintiva de las manifestaciones sociales opositoras, marca, aunque a medias, el regreso de la agenda política tras semanas de permanecer enfrascada en las consecuencias del movimiento telúrico. Pese a que las donaciones fueron parte de las movilizaciones y que el último grito de estas fue “Manabí estamos contigo, no te rindas...”; la solidaridad no jugó un rol protagónico en una jornada eminentemente política.

Tras las marchas opositoras en solitario por Guayaquil, Quito y Cuenca, los colectivos obreros prevén reuniones de evaluación esta semana para redefinir la agenda de protestas próximas.