Crianza. La mona aulladora protagonista de esta historia ha sido cuidada y protegida por personal del centro de rescate. Pronto será enviada a otro lugar para que se pueda rehabilitar. El objetivo es que regrese a su hábitat.

Una mano a las victimas del comercio ilegal

El zoológico de Guayllabamba, en Quito, ayuda a los ‘sin voz’ que han sido alejados de su hábitat. Son historias tristes de animales exóticos con un final feliz.

Allí estaba, al borde de una carretera, abrazada a su madre muerta... La pequeña cría, con pelaje oscuro, no se desprendía de la mona aulladora que minutos antes había sido disparada. Un hombre la encontró y, según su versión, la llevó al Departamento de Bienestar Animal del Zoológico de Guayllabamba (Quito). Pero quienes recibieron a la cría lo dudaron. ¿Por qué? Tenía un lazo pegado en su cabeza con ‘brujita’ y en su cuerpo, atada una cadena. Sufría diarrea y había perdido mucho peso. No era normal.

La historia de la monita, como la del 99 % de especímenes que llegan al zoo, está embarrada por el tráfico ilegal de animales y el ‘mascotismo’. Y ella es una víctima.

Tras la acreditación internacional que el zoológico recibió de la Asociación Latinoamericana de Parques Zoológicos y Acuarios (ALPZA) por el cumplimiento de estándares como seguridad, sostenibilidad, educación, conservación y bienestar animal, este Diario va detrás de una labor que no todos conocen: “En los últimos cuatro años, el zoológico ha recibido más de mil ejemplares recuperados del comercio ilegal”. No es todo. Ha brindado los cuidados especializados para tratar de devolverlos al ecosistema. La mona aulladora, la protagonista, está en proceso...

No se exhiben a los visitantes, como los otros animales (leones, venados, cóndores...). Estos se encuentran en un espacio de terreno al que solo tiene acceso el personal autorizado. Allí, en una habitación, se encuentra la monita aulladora que llegó al lugar el 27 de abril. Creen que la fueron a dejar porque, al crecer, los monos tienden a ser más agresivos. Con seis meses de nacida, juguetea en una hamaca improvisada para sus 32 centímetros de estatura y 1,53 kilos de peso. Tiene los ojos grandes, brillantes... Y no ha sido fácil su cuidado. Explica David Mora, director del Departamento de Bienestar Animal del Zoo de Guayllabamba, que los primates necesitan contacto parental. Alejandra y Heidi, dos profesionales de la clínica, han hecho de nodrizas: día y noche alimentándola, dándole calor, jugando, sacándola a pasear entre la vegetación...

Come banano con cereal, leche materna hidrolizada, hojas de higo. Una dieta pensada por los profesionales y compaginada con una base de datos internacional, cuenta Mora.

Animales como esta monita aulladora llegan casi todos los días, dice Martín Bustamante, director de la Fundación Zoológica del Ecuador (encargada del zoo de Guayllabamba). “Les damos acogida porque ellos lo necesitan”. Porque son las víctimas de tráfico que la Unidad de Protección del Medio Ambiente (UPMA) incauta. Es pan de cada semana ver a la policía en el zoo, afirma Bustamante. Y señala que “tener animales silvestres es un delito”.

No ocurre solo en Quito. Según datos del Ministerio del Ambiente, en 2016 fueron rescatados 40 animales víctimas del tráfico ilegal en Guayaquil: loros, tortuga, mono, ardillas, peces amazónicos. En Manabí, por ejemplo, entre el 2016 y 2017 la Dirección Provincial del Ambiente retuvo a 73 animales silvestres. En Orellana se decomisó a dos en 2017.

Pero no solo se atiende a víctimas del comercio ilegal. Al centro de rescate también llegan animales que han sido atropellados en la zona o disparados. La misión: ayudarlos para que todos puedan salir de allí, ser libres. Lamentablemente no siempre ocurre. Hay algunos muy graves, por ejemplo aves que han perdido las alas, que se deben quedar. Y otros que no logran sobrevivir.

Actualmente hay 300 animales rescatados, dice Bustamante. Entre esos, tortugas (una con el caparazón tintado con el logo de un equipo de fútbol), un perezoso, un tucán, loros (que hablan y silban como humanos) y tres zarigüeyas que llegaron el pasado martes. Su madre fue atacada por perros y murió. Un finquero tomó a las crías (pequeñitas, de no más de 45 gramos) y las fue a dejar en el centro. Allí, las alimentan y estimulan su zona perianal para que puedan defecar y orinar. Lo que debería hacer su madre. Pero no está. Y aunque parece difícil mantener a los animalitos con vida, el equipo de profesionales lo hace con un incansable optimismo.

Que los animales sean sacados de su hábitat, indica Mora, provoca que pierdan sus impulsos, la esencia. Al convivir con los humanos, sobre todo los primates, aprenden lo que no deben. Empiezan a imitarlos. Y después, el problema de regresarlos al ecosistema es que no pueden defenderse solos. Nadie les ha enseñado a cazar. No saben qué pueden comer.

Necesitan rehabilitación. La monita aulladora está destinada a irse a un centro de rescate en La Maná la próxima semana. Guardan la esperanza de que algún día vuelva a la selva, a trepar árboles y, quizás, tenga crías.