Mala costumbre
El periodismo no nació para ser propaganda. Si la libertad de prensa y el derecho a la información son pilares irrenunciables para una democracia sana no es porque su función sea la de dar brillo a la realidad. Todo lo contrario, es el pariente incómodo de toda gran familia.
Pero diez años de erosión, estratégicamente cultivada por Rafael Correa, han dejado huella en la población. Ha quedado marcado en el colectivo ciudadano que la prensa es mala cuando no te cuenta lo que tú ya crees saber. Mal camino el que inició el expresidente y del que Ecuador aún no se desprende. Los insultos, las agresiones y hasta los secuestros de periodistas son posibles, sin mayores consecuencias para los responsables, en un país que ha dejado de ser consciente de que no hay nada más inútil que tener unos altavoces que adulen unas causas u otras.
Ahora resulta que las redes sociales -cuyos algoritmos, por cierto, conducen a una retroalimentación que coincide con el razonamiento propio- contienen la verdad, eso que los grandes medios quieren ocultar. Sorprende tanta ingenuidad cuando es sabido -y denunciado con gran escándalo a nivel mundial- lo manipulables que son las audiencias ante campañas nada improvisadas de unos u otros. Informarse es mucho más que prestar atención solo a lo que le conviene.