Una lugubre alarma

todos los días se conocen, en la ciudad y en el país, las noticias que, pese a las declaraciones oficiales en contrario, dan cuenta de una criminalidad creciente. Los delitos abarcan una amplia gama de acciones que evidencian la incontrolada inseguridad ciudadana que se vive.

A los siempre presentes delitos contra la propiedad se suman ahora, cada vez con mayor frecuencia, los delitos contra la vida, en muchas ocasiones suscitados por la resistencia, o aun sin ella, al robo, especialmente el de teléfonos celulares.

Hace poco un colaborador de las columnas de opinión de nuestro diario narraba su propia experiencia al respecto. El comentario ejemplificaba el mal momento que hubo de pasar al sentir amenazada su existencia. En buena hora el saldo no fue trágico.

Hoy, lamentando profundamente el suceso y expresando nuestra sentida solidaridad a los colegas periodistas, el asesinato de un comunicador social debe convertirse en una notable señal de alarma que conmueva la indiferencia con que en ocasiones se enfrentan sucesos de la naturaleza del aquí comentado.

Sin duda, son muchas las víctimas que anteceden a la del colega de profesión y sus muertes no superan como noticia el ámbito familiar pero, ello no debe obstar para intentar que la del joven profesional cobre la calidad de paradigma de la lucha contra el crimen.

La obvia sonoridad otorgada al funesto acontecimiento permite que se visualice de mejor manera en la conciencia ciudadana la magnitud de lo que se enfrenta.

No es vano señalar que el incremento de los delitos guarda relación con la creciente angustia de muchos sectores poblacionales a los que la crisis económica que viven puede hacerlos propender al robo como mecanismo de subsistencia y que la alevosía con que se lo realiza evidentemente genera efectos intimidatorios. Ya se ha expresado: hay que dejarse asaltar sin oponer resistencia.

Como la crisis no se resolverá solo con desearlo, mientras no se lo consiga cabe insistir en otras medidas precautelatorias, tal cual el control de armas o hasta la provisión de mejor iluminación en los sectores detectados como de mayor riesgo para la comisión de delitos.

Por lo demás, está a la vista que la policía parece estar desbordada por el crecimiento del delito y cabe tomar medidas para superar esa negativa circunstancia.