El ‘putsch’ de Correa

Con escenas reminiscentes de la barbarie a las puertas y el intento de golpe de Estado de Hitler en la taberna de Múnich en 1923, Correa se presenta como el líder intelectual del ‘putsch’ para tomarse el poder y restaurar el gobierno de malandros en el Ecuador. El pretexto es el alza en los precios de los combustibles a precios de mercado, una medida necesaria pero tomada en forma burda por el Gobierno, con la que se extingue en gran medida un subsidio que el mismo Correa alguna vez tipificó como un regalo para los ricos, que sí lo es, y que él mismo le recomendó a su colega Maduro la semana pasada que lo revisara.

Hace un año Ricardo Patiño anunció, con pelos y señales, la forma que tomaría la estrategia de ofensiva para retomar el poder y el libreto se ha cumplido a cabalidad. Correa ha recurrido al apoyo de sus congéneres de La Habana y Caracas para infiltrar a agentes agitadores y delincuentes extranjeros quienes, junto con los malhechores y asaltantes locales, se han infiltrado en marchas y organizado sus pandillas con el fin de estrangular la economía, tumbar la dolarización, remover a Moreno, hacerse del poder y sembrar el terror y el caos.

Correa aduce que él no está en capacidad de dirigir un golpe desde un “smartphone” en Bruselas. Hoy en día, con las comunicaciones instantáneas y la capacidad para generar información falsa, las tareas de sedición y los actos de terrorismo pueden ser dirigidos y planificados hasta en sus más íntimos detalles a través de canales privados de teleconferencia o mensajería a los que Correa y su gente tienen acceso.

Los lugartenientes de la barbarie no han vacilado en atacar las instituciones de la institucionalidad democrática. Han ofendido a Quito y pretendido hacer lo propio con Guayaquil. Las autoridades electas del correato han puesto los activos del Estado al servicio del golpe y los otros, no en funciones, se han dedicado a la tarea de comandar las marchas de la destrucción, el saqueo, el robo y el abuso de quienes se crucen en su camino. Los cierres de carreteras, el bloqueo al comercio interno y externo, los asaltos a la propiedad privada fueren casas, tiendas, restaurantes, fábricas, locales comerciales o plantaciones, el secuestro de trabajadores para usarlos como rehenes que encabecen las marchas, y la toma por la fuerza de campos petroleros comandada por un asambleísta y un prefecto correístas descubren a quienes están detrás del golpe. El asalto a la Contraloría del Estado con el propósito de destruir documentos y archivos sobre los robos de la década revelan el afán de borrar huellas y evidencias. Dentro de todo esto, el error del movimiento indígena de aparecer como compañeros de causa de los correístas es garrafal. Su causa ha disminuido en el respeto de los ecuatorianos.

Esta no es la repetición de la farsa del 30 de septiembre, esto es real. Correa tiene a toda costa que evitar ser procesado y condenado para así defender su existencia política y su razón de vivir. Frente a ese imperativo, cualquier costo para el país es poco; los mil millones de dólares de pérdida ya acumulados no interesa que sean incurridos. Son más bien el medio para conseguir el propósito de robarse el país por segunda vez.

’Los mil millones de dólares de pérdida ya acumulados no interesa que sean incurridos. Son más bien el medio para conseguir el propósito de robarse el país por segunda vez’.