‘Hackear’ el cerebro, una cuestión de tiempo

‘Hackear’ el cerebro, una cuestion de tiempo

La aparición de dispositivos tecnológicos vestibles de todo tipo, lentes de contacto inteligentes y hasta tatuajes que facilitan la obtención de datos tan importantes como la presión arterial y el azúcar, refleja un solo objetivo de la ciencia: integra

La aparición de dispositivos tecnológicos vestibles de todo tipo, lentes de contacto inteligentes y hasta tatuajes que facilitan la obtención de datos tan importantes como la presión arterial y el azúcar, refleja un solo objetivo de la ciencia: integrar la tecnología con el cuerpo humano y el cerebro.

Pero, ¿es una buena noticia en una época en donde prácticamente cualquier tecnología se puede hackear? A lo largo del tiempo se ha demostrado lo fácil que es vulnerar marcapasos o bombas de insulina... Llegar al cerebro podría tener consecuencias letales.

Existen grupos y laboratorios que llevan años realizando implantes cerebrales como microchips que ayudan en la rehabilitación tras infartos y traumatismos. También en condiciones como el Parkinson, los espasmos musculares, el temblor esencial y los dolores crónicos graves. Incluso, se está probando su uso en enfermedades como la depresión o el síndrome de Tourette.

Y es que al poder estimular diferentes zonas del cerebro con diferentes parámetros, los neurocirujanos pueden tener un control cada vez más preciso sobre el cerebro humano, lo que les permite aliviar algunos síntomas molestos. Sin embargo, el poder controlar el cerebro de forma tan precisa junto con el control inalámbrico de los estimuladores también abre la oportunidad a que personas con malas intenciones realicen ataques inquietantes.

A esta preocupación, la Facultad de Neurocirugía de Oxford, la ha bautizado como Brainjacking y asegura, en un informe publicado en The Conversation, que los posibles ataques -independiente de cuales sean sus fines- podrían contemplar desde modificaciones a la configuración de la estimulación para que los pacientes con dolores crónicos tuvieran incluso más dolores de los que acostumbran, hasta en el caso de un enfermo con Parkinson quitarle toda la movilidad.

Si se trata de un agresor avanzado, relata, podría incluso inducir cambios conductuales como la hipersexualidad o la ludopatía (adicción a los juegos de azar), pudiendo ejercer cierto tipo de control sobre el comportamiento del paciente estimulando partes del cerebro relacionadas con el aprendizaje basado en la recompensa para poder reforzar ciertas acciones.

Aunque estos trucos no resultarían fáciles para cualquier persona. Alguien con las competencias técnicas avanzadas y la capacidad de monitorear a la víctima, según la ciencia, sí puede lograrlo.

Es importante saber que no existen pruebas que aseguren que alguno de estos implantes haya sido hackeado en el mundo o de que los pacientes que tengan algún implante debieran temer por su seguridad. Sin embargo, se trata de un tema que los fabricantes, reguladores, científicos e ingenieros están empezando a considerar antes de que se vuelva realidad.

¿Imagine que un terrorista tuviera acceso a la mente de un político o que una persona ‘X’ pudiera alterar la forma en la que actuamos y pensamos cuando lo desee? Son escenas fatales que seguro no queremos que se vuelvan realidad.