‘Y finalmente... ya hay un parque en nuestras vidas’
Varias generaciones de vecinos del antiguo complejo ‘Pío López Lara’ crecieron sin un parque cercano. “No entiendo cómo pudimos vivir sin tener un sitio dónde llevar a nuestros niños”, dijo la mañana de ayer Susana Becerra, quien permanecía atenta a Ni
Varias generaciones de vecinos del antiguo complejo ‘Pío López Lara’ crecieron sin un parque cercano. “No entiendo cómo pudimos vivir sin tener un sitio dónde llevar a nuestros niños”, dijo la mañana de ayer Susana Becerra, quien permanecía atenta a Nicole, una pequeña de cinco años que corría de un juego a otro.
Tampoco había dónde correr o trotar. Hasta ayer, eran personas que estaban obligadas a realizar viajes de hasta dos kilómetros para llegar a un parque. “No eran nuestros parques, me sentía rara en esos sitios”, agrega Carolina Burgos, una exempleada de una agencia de viaje del centro. Lo que sigue a continuación, es precisamente el testimonio de personajes que habitan en este barrio.
El niño que soñaba con un parque. Dice que cuando tumbaron las primeras paredes del estadio Ramón Unamuno, donde su padre acudía todas las tardes a vender pasteles, se enteró de que allí iban a construir un parque.
Fue esa misma madrugada cuando David Daniel, de nueve años, se despertó imaginándose cómo sería ese lugar.
“Mi papá no me lleva a ningún parque porque no hay tiempo. Siempre está trabajando para darme de comer, dice mi abuelita”. Tiene nueve años y estudia en la escuela República de Francia, ubicada justo a un costado del nuevo complejo recreativo del sur.
El lugar al que cada cierto tiempo acudió en las mañanas, camino a sus clases, para preguntar, ansioso, cuándo es que inauguraban al parque. Algo que se dio finalmente ayer. Como era de esperarse, madrugó.
El deportista que no sabía correr. Alfonso Mendoza tiene 22 años y labora en una fábrica de calzados que está ubicada en el sector del Guasmo. Arribó a vivir a la esquina de Tulcán y Capitán Nájera, cuando formó un hogar con María Oquendo.
Tuvo que acostumbrarse a una vida sin un área dónde hacer deportes, trotar o llevar a su pequeño César. “El más cercano es Puerto Lisa o el Salado”. Para hacer deportes, se reúne con amigos del trabajo y se trasladan hasta las canchas de la terminal terrestre. ¿Para trotar o caminar? No había cómo.
“La zona es algo peligrosa”, dice quien se prepara para iniciar una rutina de trote por las noches con su esposa, pues la nueva zona que abrió ayer tiene una pista moderna.
“Y sobre todo, hay cámaras por todos lados, para mayor seguridad”, agrega.
El hombre que creció junto a una gran cerca. Eso representaba para Jorge Banchón Zurita, quien llegó a vivir de 16 años a la esquina de Los Ríos y Capitán Nájera, el gran complejo ‘Pío López Lara’.
“Es cierto que de las canchas, la del Ramón Unamuno (fútbol) y del Abel Jiménez Parra (baloncesto) salieron buenos jugadores, pero para nosotros los jóvenes y niños que vivimos en este barrio no nos servía mucho. No teníamos dónde jugar”.
Banchón tiene 76 años y es un vendedor ambulante. Ayer, emocionado recorría el nuevo espacio, el cual está dividido en ocho sectores, donde hay desde canchas -una múltiple y otra de fútbol-, un muro de arte urbano que está aledaño a un skatepark, el área de los juegos infantiles y el biosaludable, además de una pista de trote.
Lo que más atrae a Banchón es que puede salir por las noches a sentarse para ver cómo los niños suben y bajan de los juegos, mientras los brincan en sus patinetas. “En mi tiempo no había nada de eso. Me hubiese gustado tener por lo menos una canchita para jugar a la pelota”.