La loca del barrio
Este es el caso del ama de casa que tuvo su época de bonanza con ingresos cercanos a los $2.500 y se mudó a un mejor vecindario, compró carro nuevo, viajó de vacaciones y compras; jamás ahorró y usó complacientemente su tarjeta de crédito porque sus ingresos, suponía, durarían por futuro indefinido. Pero las fortunas cambiaron, perdió el empleo y se vio obligada a tomar uno de menor categoría y remuneración que solo le paga $1.300 mensuales. Hoy halla que sus gastos totales, incluyendo el alquiler de la casa, pago de la empleada, luz, agua y teléfono; la escuela de los niños, las consultas médicas, y el pago de las benditas tarjetas (que le sirven para poder seguir comprando la comida) suman $2.800 mensuales. Tiene pues un faltante de $1.500 mensuales. ¿Qué hacer?
El ama de casa responsable debe hacer un ajuste acelerado. Se cambia de la casa a un departamento; no hay más viajes ni vacaciones; mide las compras para adquirir aquello que es estrictamente necesario; debe seguir cubriendo los gastos de educación y salud, y pagar a la empleada, tratando de mantener vigentes las tarjetas. Es un cambio de vida incómodo, pero necesario.
Pero nuestra ama de casa es la loca del barrio. La que se siente pareja del hombre más poderoso; la que puede consumir sin pagar y repartir insultos sin escarnio. No ajusta el gasto, sigue comprando vestidos de marca y, por último, amenaza a los vecinos para que paguen sus cuentas ¡o los liquida! Las perspectivas de la loca, sabemos, no son buenas, pues todo plazo se acaba; porque la impunidad tiene un límite y siempre llega el día de la rendición de cuentas. Deberá aprender, por las malas, que la forma de vivir es manteniendo el equilibrio entre lo que se debe y lo que se tiene; que no se puede vivir a costa de los demás; y que la confianza es como la inocencia: que una vez que se pierde, perdida está.
La palabra economía se deriva del griego “oikonomia”, vocablo a su vez compuesto de dos raíces: “oikos” que significa “casa”, y “nomos” que quiere decir “conocimiento de”. Es la disciplina del buen manejo del hogar. No obstante, la petulancia e ineptitud de los economistas públicos, cualidades ambas exhibidas en argumentos baladíes y cuentas chimbas, les lleva a desconocer estos principios elementales y se convierten en la loca del barrio... para terminar igualmente mal, ¡pero con la diferencia de que estos nos arrastran a todos!
Si queremos ponerle número a la economía del gobierno multipliquemos las cifras del ejemplo por un millón y tenemos el cuadro fiscal. Los gastos mensuales prorrateados, incluyendo los pagos de intereses y amortizaciones de la deuda, suman $2.850 millones y sus ingresos permanentes llegan a los $1.300 millones. De ahí emerge la “locura” del endeudamiento y su entelequia final. El año pasado fueron más de $13.000 millones que se requirieron para mantener un gasto consolidado de más de $34.000 millones, cuando el sistema solo aguanta, a lo sumo, $25.000 millones. El financiamiento, y cualquier crecimiento que se produzca, son con plata ajena.
Es irresponsabilidad grave y culposa de la que se hace gala con la impudicia propia de quienes le apuestan a que, después de ellos, el diluvio.
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