Llorar sobre la leche derramada

“No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos” (Martin Luther King). Frase aplicable a las mayorías de nuestra sociedad: el que sentado en una mesa de cafetería como curul, frente a una taza de café, o aferrado a un vaso de licor, arregla los problemas de la patria, cediendo en la práctica espacios a las minorías, que so pretexto de reivindicar “sus derechos”, minan los de la mayoría apoltronada en su espacio de confort.

Los políticos, mercenarios de principios, cazadores de votos, ante la fuerza de las minorías organizadas, activas en las calles, legislan con la esperanza de captar su simpatía y sus votos en las futuras elecciones. Otros ven la oportunidad de infiltrarse en los diversos estamentos de poder y así afianzarse en “su causa”, ganando espacios, saliendo a la luz, so pretexto de ser humanistas, y/o progresistas, gracias a la inacción, apatía irresponsable y cómplice de la mayoría.

La Legislatura, circo de reprochables espectáculos, donde, salvo honrosas excepciones, en la práctica se repudia el mandato popular, priorizando los intereses partidistas para afianzarse en el poder, entregando la sociedad al hampa, permitiéndole a esta humillar a la policía y dejando que la niñez se convierta en el botín a disputarse por ciertas minorías. En este punto cabe cuestionarse: ¿qué esperan los asambleístas para reforzar mediante ley la protección a la niñez, estableciendo que la adopción está reservada exclusivamente para parejas de distinto sexo biológico? ¿Qué esperan los grupos provida y familia para organizarse, activarse y tomarse la Legislatura, la Corte Constitucional, hasta que estas refuercen legalmente la protección de nuestros niños?

Esperemos que esta vez no solo los grupos religiosos, sino sobre todo las mayorías de la sociedad civil, reaccionen para tomar medidas preventivas y no que la protesta sea, como siempre, un lamento tardío sobre hechos consumados, donde se aplica el refrán popular de “llorar sobre la leche derramada”.