Y llego la cuenta

“No hay tal mesa servida, esa es la pura y neta verdad. La condición económica de Ecuador es muy difícil”; “podía haber sido más mesurado al dejar cuentas en mejores condiciones... Una cosa es lo que se dice y otra lo que se da”, manifestó en días anteriores el presidente Lenín Moreno.

La expresión corporal del mandatario cuando realizaba tales comentarios, daba la imagen desconsolada del comensal al que le ofrecieron disfrutar de un suculento banquete y al que solo le llegó la cuenta de lo que los otros disfrutaron.

Por el contrario, la reacción del que “fungía de Mesías y mecenas”, del que dijo “dejar la mesa servida”, evidenciaba al “bravucón” que al verse descubierto, cínicamente reaccionaba desafiante, descalificando a quien “osó” destapar su mentira.

La realidad es que el banquete se lo “tragaron” aquellos de los “corazones rabiosos”, aquel “estatista” que pretendió ser reconocido como “estadista”. Ese que se llenaba la boca diciendo a sus antecesores “se acabó la fiesta,” mientras para los “inquisidores revolucionarios” empezaba “el bacanal”.

El presidente Moreno en días anteriores ya había transparentado algunas cifras reales de la deuda, cercana a los 42.000 millones de dólares, que siempre se habían mantenido camufladas por el correato.

El cambio de estilo es real, por lo menos en la expresión verbal. Frases como: “He pedido a las funciones que actúen con ética, justicia y verdad. Si ofrecimos una cirugía mayor contra la corrupción, eso significa llegar hasta el final. No se dejen amedrentar, no lo permitan”, revelan la crítica obligada, realizada en tono “humilde”, dado el hedor que dejó al descubierto la podredumbre generada por la corrupción rampante, que solapada por el poder omnímodo, destruyó la institucionalidad en la sociedad.

Es verdad que al parecer respiramos aires de paz, pero en el fondo continuamos padeciendo la angustia de una economía y sociedad enfermas, devastadas por la corrupción, el desempleo, la violencia, el infierno de las drogas y el “odio” de clases.

En cuanto al “cuento de la mesa servida”, al presi solo le llegó la cuenta.