Imagen. Julio Jaramillo firma autógrafos en una ciudad extranjera. Su fama ya había trascendido el continente.

Llegan los triunfos internacionales

La primera vez que J.J. arribó a Perú fue a finales de 1957. Su carrera había iniciado en marzo del año anterior. Llegó a cumplir un contrato de tres meses. Volvió en 1967.

Ese año de 1956 J.J. estuvo por primera ocasión en Colombia con resultados económicos no muy halagadores, porque solo le pagaban cincuenta pesos diarios por presentarlo en diversos pueblitos. En cambio las mujeres lo seguían por donde quiera según ha anotado su compañero el músico Pedro Chinga, pues tenía un no sé qué de simpatía que las atraía y cuando se hizo famoso volvió a ese país varias veces pero jamás tuvo el éxito de Olimpo Cárdenas, a quien hasta hoy veneran los colombianos; de manera que J.J. aunque gozó de fama en ese país y fue el primero en todas partes, menos en Colombia. De este primer viaje quedó una grabación hoy lamentablemente perdida, realizada a dúo con la intérprete Judith Arboleda, quien integró el famoso grupo Las Trigueñitas.

Mientras tanto, Blanquita permanecía abandonada y con dos hijos en una casucha del suburbio guayaquileño y en su desesperación por sobrevivir con los suyos empezó a bailar en diversos espectáculos y se hizo famosa como vedette; al final terminaría trabajando en el cabaré Dominó.

Los múltiples compromisos que Julio comenzó a adquirir lo alejaban por largas temporadas de nuestro medio y al regresar le propinaba folclóricas golpizas donde la encontrara, todo porque no le guardaba las espaldas, a sabiendas que la dejaba sin un centavo para mantener a sus dos tiernas criaturas y que bailar ritmos caribes en los clubes nocturnos de Guayaquil era lo único que ella podía hacer. En cierta ocasión la encontró en la esquina de 9 de Octubre y Boyacá un sábado a las once de la mañana y le cayó a trompadas, intervino la policía y Julio fue a dar a la cárcel. El asunto se conoció por los periódicos y causó la conmoción que es fácil adivinar, tratándose de dos figuras del medio artístico. Finalmente Blanquita dejó de bailar abatida por la vida y ajada por los años y llevó una existencia casi de miseria hasta que la muerte la sorprendió en el Hospital, entre terribles convulsiones provocadas por el tétano que contrajo a causa de un legrado que le practicaron en una clínica barata del suburbio, utilizando instrumentos poco o nada desinfectados. Su fallecimiento pasó desapercibido hasta para la prensa sensacionalista que hubiera podido medrar a costa de su antigua fama, porque fue una mujer tropical y bella y poseyó una sensibilidad casi incompatible con la dureza de la existencia que le tocó sobrellevar.

Al reverso de esa moneda, la dulzura de su voz hizo de Julio Jaramillo un cantante único y nuevas grabaciones confirmaron su creciente fama: “Te odio y te quiero”, “Hojas muertas”, “Elsa”, “Carnaval de la vida”, “Amada mía”, “Sendas distintas”, “Alma mía”, “Falsía” y no había celebración cívica donde no fuera llamado, por eso le llovían los contratos de toda la república. Iniciábase para él una existencia de continuos viajes con llenos completos en todas partes, pero al mismo tiempo comenzó a vivir entre la bohemia de malas noches con abundantes cigarrillos y alcohol (bebía de todo, pero de preferencia whisky) a veces también le daba al juego y a mantener sonados romances con diferentes mujeres que terminaban en escándalos públicos.

Durante una temporada de presentaciones con llenos completos en el teatro Parisiana, ubicado en García Avilés entre Vélez y Luque, al finalizar la función a la una de la mañana y en medio del público que salía fue violentamente raptado por varios individuos que lo lanzaron al interior del balde de una camioneta y se lo llevaron con rumbo desconocido. A la mañana siguiente (sábado) apareció asilado en el Hospital y se conoció que el padre de una menor de edad abusada había tomado venganza haciéndole propinar una soberana paliza. Yo vivía en frente del teatro y fui testigo del griterío y la confusión que se armó cuando lo embarcaban, pues J.J. solicitaba desesperadamente la ayuda del público, pero de todas maneras se lo llevaron.

A comienzos del 57 viajó al Perú con Rosalino Quintero y otros dos guitarristas y el éxito no se hizo esperar. Primero trabajaban en radios, teatros y carpas, durante una de esas giras entregó todo el dinero que tenían a unas monjitas de la Caridad que le pidieron limosna para los niños de un asilo. Nos quedamos sin siquiera tener para un ceviche, recordaba Rosalino. Y tan bien les fue que Julio volvió a Lima con su mánager Manuel (el diablo) Dávila y en una artista peruana llamada Ana Melba, a quien conoció en esa capital, tuvo una hija. Ese año terminó de presentarse en radio Cóndor a consecuencia de un incidente que tuvo con el director Gonzalo Heredia. De allí pasó a radio Cristal donde permaneció algún tiempo.