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Beatriz Bencomo: Etiquetas que aplastan

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Tal vez no se pueda pedir, pero sí se puede sembrar. Con humildad.

Hay una violencia silenciosa en el acto de etiquetar. No es la del golpe, sino algo más sutil: la de quien te clasifica y te encierra antes de conocerte.

En el Ecuador de hoy, las etiquetas políticas se han vuelto armas tribales. Fascista, izquierdoso, ‘woke’, neoliberal. Cada término es una puerta que se cierra.

El etiquetado es eficiente en un país traumatizado por la violencia: nos ahorra pensar cuando no hay tiempo para pensar.

¿Cuestionas violaciones de derechos humanos? Ingenuo. ¿Apoyas la mano dura? Fascista. ¿Defiendes el libre mercado? Neoliberal.

La etiqueta sustituye al argumento porque el argumento exige calma, y Ecuador no tiene calma.

Cada etiqueta que lanzamos es un puente que quemamos. Cada clasificación automática es una conversación que cancelamos. Y en un país que sangra, estamos destruyendo el lenguaje que algún día nos permitirá volver a hablarnos.

En este contexto, quedarse sin tribu no es solo perder identidad política: es quedarse sin red.

Cuando un país vive en emergencia, el pensamiento binario se impone y el pensamiento complejo se vuelve un lujo.

En medio de víctimas reales, proponer ‘no tomar bandos’ puede parecer amoral o sofisticación intelectual.

Y la autonomía individual podría debilitar lazos necesarios para resistir.

Por eso, ponerse difícil no siempre es opción. Pero sí lo es romper la polarización que alimenta el odio, rescatar a los indecisos y entender que tu dificultad para encajar no es un defecto: es lucidez.

¿Se puede pedir pensamiento complejo en medio del trauma?

Tal vez no se pueda pedir, pero sí se puede sembrar. Con humildad.

Ecuador necesitará, cuando pase esta tormenta, personas capaces de pensar más allá de las etiquetas. Pero primero, necesita parar la sangre.