Libres para amar

Un vecino de esta página de opinión me preguntaba asombrado qué nos estaba pasando como sociedad humana. Me decía que sospecha que algo dañó nuestra alma pues asombrado ha quedado viendo la actitud negativa de algunos ecuatorianos frente a la migración de venezolanos.

Por mi parte, he recibido opiniones, y hasta reclamos, por eso de “nosotros primero”, “bastantes problemas tenemos como para cargar con otros”, “que se queden en su país pues votaron por la revolución de Chávez y Maduro”, y así, de esa naturaleza, los comentarios. ¿Tenemos que ser iguales en todo para “concederles” el derecho a sobrevivir de los demás?

También alegan la delincuencia, lo que me recuerda que eso mismo dijeron de los colombianos. ¿Cuántos ecuatorianos han delinquido en otro país?

Creo que esto se trata de vida o muerte, de la miseria de no tener qué comer y cómo curarse. Esa realidad amarga asusta, pues nadie quiere exponer sus bienes para que la necesidad de otro se los arranche, ni nadie quiere ser contagiado; incluso, algunos no quieren ser incomodados. ¿Cuántas veces somos migrantes en esferas socio-económicas-académicas-políticas distintas a la de nuestros orígenes?

¿Somos así de libres? ¿Tenemos derecho a ser tan libertinos de decidir no dar la mano? ¿Somos tan libres para decidir ser nadie?

Humanamente es inaceptable, no solamente por tema espiritual y de fe para los creyentes, sino porque socialmente es básico el axioma de que si mi prójimo está bien, yo también estoy bien.

La dinámica social nos enreda profundamente, desde nuestras conductas individuales hasta los momentos que nos enfrentamos al daño al que estamos expuestos en la sociedad. Nada de lo que hacemos o no hacemos, es estéril. Todo da a luz vida o no. ¿Somos tan libres para decidir reproducirnos en una humanidad solidaria?

El amor no es una emoción, es un acto de libertad que exige disciplina y esfuerzo, como todo arte. ¿Somos tan libres para amar?