
Libreros que se niegan a desaparecer del mapa
De acuerdo con estudios de la Unesco, los niveles de lectura en Ecuador están entre los más bajos de Latinoamérica.
Qué difícil es encontrar en el bus, en la metro o en un parque a una persona con un libro abierto, concentrada en su lectura. Si esos textos educan, distraen y abren la imaginación, ¿por qué cada vez es más extraño toparse con un devorador de libros?
Pese a los esfuerzos y las campañas prolectura que se realizan desde varios escenarios, esta actividad, simplemente, no es una afición de masas. No si se tiene en cuenta que de acuerdo con el último estudio relacionado a la lectura del Instituto Nacional de Estadística y Censos, en 2012, el 27 % de los ecuatorianos no tienen el hábito lector. Y esto ha hecho que las librerías se conviertan en una especie de rareza, por encontrarse cada vez con menos frecuencia.
Pero hay tiendas de libros que sobreviven. Manuel Fabara es el propietario de uno de estos coloridos rincones. Solo hace dos años se hacía un promedio de 80 dólares diarios, pero hoy con suerte llega a los 30. Culpa a la crisis económica, pero especialmente a la poca cultura lectora de los guayaquileños.
Cada mañana llega desde el sur de la ciudad al sector de 6 de Marzo y Colón para abrir su librería junto a su hijo y esposa. Son casi cuatro décadas dedicadas a esta actividad, desde que su padre, el popular Luchito, le dejó ese legado.
A todos los libreros les va igual. A pocos pasos del negocio de Fabara hay otro. No quiso identificarse, pero admitió que las ventas solo tienen dos rumbos en su local: o pocas o ninguna. No hay términos medios ni picos de éxito. En una tarde, en días normales, apenas llegan dos o tres clientes a preguntar por alguna obra.
Los pocos compradores se enmarcan en dos líneas o géneros de lectura que don Manuel ya ha identificado: las novelas románticas y los libros de superación personal y económica.
Cerca de allí, en Lorenzo de Garaycoa, por el mercado central, está el negocio de la Librería Hermanos Valladares. Ellos no solamente venden libros, sino que ademas asesoran a los clientes sobre qué comprar y por qué hacerlo. Tienen paciencia y a cada persona que llega le ofrecen una pequeña síntesis del libro pillado. Es como si los hubieran leído todos, pero igual que los anteriores sufren de escasas ventas de textos.
Otro de los amigos de Fabara, quien tampoco quiso identificarse, no cuenta ni siquiera con un local para vender sus tesoros. Una vereda de la calle Colón es su oficina. Con pocas obras añejas tendidas en el cemento, se lo escucha ofrecer sus textos arrugados desde un dólar.
Jorge Loor, uno más del equipo, no tiene local y prefiere no estacionarse en la calle, sino que se pasea por los locales de sus amigos vendiendo libros que recicla en las ciudadelas, o que encuentra abandonados. Es el proveedor de los libreros.
“Las ventas suben en época escolar y colegial”, porque “los maestros envían a los estudiantes a leer libros”. Es decir, hay más venta gracias a la “lectura obligada”, se lamenta Fabara.
Él ama sus libros, por eso los comparte y los obsequia, porque aprende de ellos y quiere que otros también aprendan. Para él, son joyas valiosas. “No tienen un valor como negocio para mí, sino como un legado familiar, porque con los ingresos de esta librería solo nos da para sostenernos”, concluye.
Educación busca lectores
Ecuador es de poco leer y las autoridades lo saben. El Ministerio de Educación impulsó el año pasado la campaña ‘Yo leo’ para promover la lectura en los estudiantes, familia y comunidad, mediante la aplicación de un plan estratégico a nivel nacional.
La Subsecretaría de Educación, Distrito Guayas, informó que están activos los programas ‘30 minutos de lectura’ (donde participan 2’304.328 estudiantes), ‘Clubes de maestros lectores’ (con 5.348 docentes y bibliotecarios) y ‘Plan lector’ (que incluye 16 acápites en los textos escolares).
Ventas: Según el último estudio del INEC en 2016, sobre ventas de libros al por menor, se vendió un total de 7.334 entre libros, periódicos y artículos de papelería en comercios especializados.
Hábito: De las personas que no leen, el 58,6 % es por falta de interés y el 31,7 % por falta de tiempo, según un muestreo realizado en 3.960 viviendas a mayores de 16 años.