Lenta reinstitucionalizacion

Dentro de pocos días cumple el nuevo gobierno su primer año de labores. No ha faltado quien lo considere una especie de régimen de transición entre una década autoritaria, y además corrupta, y la recuperación de los valores republicanos.

En cuanto al talante democrático, no caben dudas. La metáfora que mejor define la situación generada por la apertura al diálogo, instalado como política oficial, es aquella de la sensación de un viento fresco que empezó a soplar en la vida nacional.

Claro que imprudencias o deslices notables, desde adentro, le hicieron perder credibilidad a las intenciones verbales. Sin embargo, la persistencia presidencial aún mantiene esa agradable sensación y, sin duda, está facilitada la opinión crítica, sin que ello motive la iracundia del sector público.

No obstante, ese clima nuevo mantiene intocados otros factores que prorrogan la percepción de una transitoriedad que se esperaría ya superada luego de un año de ejercicio. Esa negativa percepción es muy dañina y es obligatorio eliminarla, de modo que los agentes políticos, económicos y sociales puedan tomar decisiones en firme, abandonando la inercia en que los mantiene una prolongada incertidumbre.

Ahora mismo, pareciera que se va a proceder a una renovación del gabinete ministerial. Con su pausado estilo en la toma de decisiones y su particular modo de hacerlo, siempre el país está esperando la medida por tomarse. Una dosis de estabilidad es imprescindible y ello solo será posible con acciones claras, meditadas sí, pero oportunas.

En el tema de la economía, por ejemplo, cuando el Gobierno asumió que la mesa no estaba servida, hizo presumir que pronto se estarían tomando las medidas requeridas para superar esa crisis.

Eso hasta la fecha no ha sucedido. Por el estilo, aunque existe un clamor nacional al respecto, persiste la malhadada tabla de consumo personal de sustancias estupefacientes y nada se avanza en las reformas que la Ley de Comunicación requiere.

Tampoco es coherente la política internacional, lo cual resulta sumamente negativo para la imagen de un país que la requiere nítida, si desea favorecer un adecuado clima de inversiones.

Es de esperar que, consolidado un nuevo gabinete, la dinámica de los actos de gobierno adquiera el ritmo que las circunstancias que vive el Ecuador demandan.