Venta. El inusual comerciante ofrece el producto a los transeúntes. Laura Salazar es una de sus clientes.

La leche de cabra aun se expende en Milagro

La inusual escena de las cabras que avanzan por las calles contrasta de forma brusca con el paisaje urbano de cemento y asfalto.

Todas las mañanas, el lojano José Castillo Zapata recorre las calles de Milagro para trabajar. No lo hace solo, ya que siempre está acompañado de sus inseparables “amigas”: Martha Julia, Barbie, Sofía y Mansita, cuatro cabras de pelaje negro y robustos cachos que avanzan por las transitadas avenidas céntricas y periféricas del cantón, saturadas de vehículos a toda hora.

La inusual escena de las cabras que avanzan por las calles contrasta de forma brusca con el paisaje urbano de cemento y asfalto. Así, cada día, José y sus cuatro cabras son los protagonistas de un acontecimiento propio de una zona rural, pero en medio de la ciudad.

El hombre de 44 años conduce a sus animales con la ayuda de una gruesa soga atada a sus pescuezos. Los balidos que emiten estos mamíferos captan la atención de transeúntes y choferes, que por instantes suelen confundir los vibrantes berridos con los de un pito en mal estado de un carro.

Algunos, como Laura Salazar, se sienten atraídos para observar detenidamente a José y sus peludos animales, y presenciar el proceso de ordeñar las cabras en plena calle. La leche es extraída de las cabras en el momento que el cliente la pide.

El vendedor se acuclilla y saca un vaso de 3 onzas del interior de un bolso café que cuelga de su hombro izquierdo. Con una mano sostiene el recipiente, mientras que con la otra aprieta rápidamente y en forma consecutiva una de las tetillas del animal. Para José, el sonido de la leche llenando el vaso es música para sus oídos y plata para sus bolsillos. Así se gana ahora la vida. Antes fue panificador, oficio que dejó por el de las cabras.

A Castillo lo hallamos deambulando libremente la mañana del lunes con sus animales, en la intersección de la avenida García Moreno y Juan Montalvo, en el centro de Milagro, ciudad donde lleva laborando alrededor de tres años. En menos de 10 minutos, cuatro personas se acercaron a comprarle el producto, que obtiene en ese momento y que ofrece a cambio de cincuenta centavos de dólar.

“Dicen que es buena para los pulmones y enfermedades, como la tos y el asma...”, dice Laura, de acuerdo con la creencia popular, mientras bebe la leche. El sabor es un tanto “diferente” a la tradicional leche de vaca. “Es rica”, asegura la mujer.

En la misma intersección, Wladimir Pilco frenó su motocicleta para estacionarse junto a José y sus animales y comprar un dólar de leche. Su hijo menor de edad tiene problemas de tos y la leche de cabra le está ayudando a mejorar en su salud, aseguró el comprador.