ALBERGUE DE ANCIANOS.. (9688711)
Dato. Esperanza no recuerda cosas sobre su origen, tampoco tiene un familiar que se haga cargo de su salud.Miguel Canales León

Le obsequiaron una nueva vida

Esperanza es una mujer de 80 años que no tiene identificación ni un familiar que responda por ella. Ahora vive en un albergue municipal donde brindan cuidados   

“Solo quiero un vestido azul; y que su falda me llegue un poco más abajo de las rodillas”, pide Esperanza, de 80 y tantos años, como regalo de Navidad. Un pedido que hace convencida de lo bien que se le vería vestir aquel color y modelo que describe con una sonrisa discreta que dibuja el paso de los años y la alegría de ese momento en su rostro.

Para ella, el lugar donde habita desde este diciembre es nuevo; al igual que el vestido color melón que viste, el árbol de Navidad que destella luces multicolores a su espalda y la compañía de personas que, al igual que ella, después de no tener a quién recurrir ni a dónde ir, recibieron un abrazo que le hace honor a su nombre en el refugio Volver a Soñar, de la Empresa Pública de Desarrollo y Acción Social (DASE).

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Una oportunidad que la sacó de aquella habitación solitaria que fue donada por un grupo de moradores del barrio Cristo del Consuelo, en el sur de Guayaquil, para que no esté en la calle.

Esperanza, luego de pedir su regalo, busca con sus ojos azules un reloj en la pared, pero no logra hallarlo porque su mirada se tropieza con el correr de dos pequeños caninos que se divierten con los globos que forman parte de la decoración navideña del salón. “Míralo, les gusta correr”, dice Esperanza mientras se ríe de la “travesura de los perros” que utiliza el nacimiento del niño Jesús como un refugio para tomar la siesta. Intenta llamarlos, pero aún no memoriza sus nombres.

Suspira y deja de sonreír, ahora observa desde la silla de ruedas que se han convertido en sus pies, como en la cocina, un grupo de personas prepara todo para llevar hasta la mesa, donde ella espera, los platos de aluminio que contienen una sopa humeante y mucho arroz con pasta. Lo ve de lejos y se saborea.

Hasta que el momento llegue, toma un lápiz para colorear un dibujo de Papá Noel que está sobre una cartulina. No dice nada, solo colorea, y si le preguntan algo sobre ella, su frágil memoria le juega una mala pasada que la enmudece y hace suspirar de frustración. Es que todo se le ha olvidado a Esperanza, menos su dolor de la infancia, esa que le sabe a abandono. 

¿Cuál ha sido la mejor Navidad de tu vida?, le preguntan. Hay silencio como primera respuesta, pero intenta recordar, pese a que no logra hallar aquella etapa entre su frágil memoria. Se rinde con un suspiro y responde: “No sé, creo que ninguna. Mis papás me dejaron abandonada y no supe más de ellos”, responde observando la ventana que está a su derecha.

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Ese concepto de Navidad que no logra recordar y que solo le sabe a abandono, se convirtió, desde hace un mes, en un brillante rojo y verde que decora la sala donde realiza la hora de pintura, donde ríe junto a personas que, a través de los días, ya no son desconocidas y donde encontró, tras años de soledad, seguridad y atención. Un lugar que la alberga y que para estas fechas huele a chocolate caliente y que, para ella, se disfrutaría más si todos los días cocinaran un “jugoso pollo hornado”.

La alegría que ahora siente Esperanza es intermitente, cuando logra recordar que dos de sus hijas la abandonaron por irse a vivir lejos con su padre. “Se fueron, pese a que les dije que las había criado por ser su madre. No les importó, igual se fueron y nunca más las volví a ver”, rememora con enojo y tristeza. Cada que su memoria logra atrapar su pasado, ella solo lo expresa, sin importar el tema que esté hablando; como si se le desbordara el dolor que siente al recordar cada episodio de su vida del pasado.

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Estos momentos, para el equipo de especialistas que asisten a Esperanza, no han podido ser confirmados. De ella no se sabe exactamente su edad, pues no cuenta con una identificación que dé certeza de su edad y procedencia. Tampoco un registro de que haya sido madre y de quienes fueron sus padres.

De lo que ahora sí hay registros es de su felicidad que invade su nuevo hogar y la que da fe de su nueva vida que empezó justo en el mes donde, casi todos, celebran la importancia de la unión familiar y la paz.