“Supremacismo” antiindigena

Vemos lo que está ocurriendo este momento en Bolivia al negarse el candidato Mesa a participar en el grupo de observadores de la OEA, que verificarán voto por voto el resultado del escrutinio de la elección presidencial que declaró a Evo Morales ganador por cuarta vez del mandato popular, aun a sabiendas de la posición del secretario de la OEA, Diego Almagro, absolutamente contraria a los regímenes socialistas; o el levantamiento popular en Chile contra las políticas neoliberales del presidente Sebastián Piñera, que se mantiene ya por dos semanas pese a la fuerte represión policial y militar; y lo que está sucediendo en Colombia, con el asesinato de líderes sociales, y en estos días de líderes de comunidades indígenas, que se constituyen ya en acciones de genocidio, como ocurre en el Departamento del Cauca, para desalojarlos y apoderarse de sus tierras, sin que el gobierno del presidente Iván Duque haga absolutamente nada para que se investiguen estos hechos criminales.

Todos estos hechos, acciones y omisiones nos están revelando algo más profundo y grave: la existencia de un mal encubierto racismo antiindígena en Latinoamérica, que no se había manifestado antes de que a la Presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica llegara un supremacista blanco como Donald Trump y su fobia contra la inmigración proveniente de países de mestizos de raíz indígena: México, Honduras, Guatemala y más. La situación está tornándose especialmente grave en estos días en Bolivia, frente a la irreflexiva posición del candidato Mesa que, a sabiendas de la inconsistencia de su acusación de que se ha cometido fraude en los comicios, lo cual fue desmentido públicamente hasta la saciedad en las aclaraciones hechas por el Tribunal Electoral.

Con todo, ya están en La Paz los delegados de la OEA y han comenzado a verificar el recuento de los votos, aunque los partidarios de Mesa hayan quemado registros electorales con el propósito de que vuelva a repetirse el acto comicial. Pero la población indígena que votó por Evo Morales está dispuesta a defender con su vida su triunfo electoral. ¿Será tan ciego el odio racista de los supremacistas antiindígenas para empezar, quién sabe, una guerra civil en ese país hermano?