“Ellos” tienen alma

Hasta hace unos pocos años el domicilio lo decidía el esposo, la mujer no. Si la mujer no estaba de acuerdo con el domicilio y se rehusaba a seguirlo significaba que abandonaba el hogar, entiéndase, causal de divorcio. Un poco más atrás, apareció la planificación familiar y, más atrás aún, apareció la participación de la mujer en la vida de la política a través del voto. Cuando todo esto formó parte de la norma legal, muchas organizaciones sociales protestaron porque la familia iba a fallecer, pues si la mujer trabaja, vota y participa políticamente y usa anticonceptivos, la familia estaba finiquitada. Pues no sucedió así. La familia sigue de pie y sus enemigos siguen siendo los mismos: la indiferencia social, el fanatismo, los modales excluyentes, el materialismo, la educación, etc.

Hasta hace pocos años la homosexualidad era delito, si eras “gay” ibas preso. Punto. La homosexualidad sigue siendo condenada socialmente y sigue siendo vista como peligro para la familia. Para algunos son seres anormales. Punto. ¡Sí, sigue pasando!

Se sigue temiendo que la familia heterosexual se desvanezca. Mucho miedo, pues solo así se puede entender tanta violencia en el lenguaje. Y no por entenderlo, lo apruebo. Cierto sector de la Iglesia, asustado por el mismo temor, ofende la dignidad de otra gente que piensa distinto. Me dirán que algún día nos han ofendido como Iglesia. Sí, es cierto, pero ¿acaso los católicos no estamos llamados al diálogo y misericordia?

Hace ya algunos siglos se descubrió América, las joyas de los reyes católicos financiaron las carabelas que llegaron a nuestro hermoso continente. Me decía mi profesor de filosofía que en esa época los católicos discutían si los seres humanos descubiertos, con quienes tenían que compartir el planeta, tendrían alma. ¡Cómo nos asombra eso hoy, verdad! Hoy nos preguntamos cómo fuimos capaces de pensar que otros, por tener otros dioses y costumbres, no éramos creación de Dios, ¿no? ¡En fin, cosas que piensas mientras recuerdas el 12 de Octubre!