Filas. Las boleterías de la terminal terrestre atendían a cientos de ciudadanos que llevaban horas esperando en una fila larguísima, según un miembro de seguridad.

“No se si mis hijas han comido, si estan solas o con mis hermanas”

“Los autobuses no pueden entrar hasta Portoviejo. Hasta Jipijapa, todo bien; pero más allá no se puede avanzar”, explicaba Silvio Soledispa, que trabaja recogiendo los billetes dentro de los autobuses en la cooperativa de transporte Jipijapa desde hace

Si los rescatistas tenían dificultades para llegar al centro de la tragedia humana, hasta Portoviejo, Pedernales, Canoa y las demás ciudades afectadas por el terremoto, peor lo tuvieron los familiares que se encontraban en Guayaquil. La desesperación de no poder comunicarse con sus allegados, de no saber si al regresar a su provincia su casa seguiría en pie, si su vida volvería a ser la misma después de los 7,8 grados en la escala de Richter que sacudieron el sábado el suelo, llevó a cientos de ecuatorianos a la terminal terrestre de Guayaquil.

“No sé si mis hijas han comido, si están con mis hermanas si están solas”, contaba apurada Jenmy Bazurto, de 38 años, mientras intentaba obtener un boleto hacia Portoviejo. En realidad ella quería viajar hasta Bahía de Caráquez, donde la esperan sus pequeñas de 15, 12, 5 y un año. Pero hasta allí no llega ninguna de las líneas de autobús que salen de Guayaquil.

Al menos sabe, por un SMS enviado, que las niñas están bien. Pero nada más. Tampoco sabía si podría viajar ayer, ni a qué hora lo haría, ni cómo se trasladaría desde Portoviejo hasta su casa. “Cogeré un camión o lo que sea”, explicaba con sudor en la frente y la mirada fija en la boletería. Pasó toda la mañana para encontrar su billete dorado al epicentro de la tragedia y no lo consiguió. Volvió en la tarde y aún no tenía nada confirmado.

Como ella, cientos de personas hicieron fila ante las boleterías que viajan normalmente a la costa norte de Ecuador para iniciar un peregrinaje de desesperación hasta llegar a sus casas, ver los daños y descubrir cómo están sus familiares. Algunos no pudieron establecer contacto en todo el fin de semana, por la falta de luz y problemas en las líneas telefónicas.

“Los autobuses no pueden entrar hasta Portoviejo. Hasta Jipijapa, todo bien; pero más allá no se puede avanzar”, explicaba Silvio Soledispa, que trabaja recogiendo los billetes dentro de los autobuses en la cooperativa de transporte Jipijapa desde hace 20 años.

Debido al colapso de las carreteras y el difícil acceso a las ciudades más afectadas, el transporte intercantonal se suspendió ayer más allá de Portoviejo. Así lo confirmó el director de Operaciones y Seguridad de la terminal terrestre, Klider Campos. De las 7 compañías que llevan pasajeros desde Guayaquil a Manabí o de Manabí hasta Guayaquil, estaban operando cinco. Las dos cerradas eran la Reina del Camino y Carlos Alberto Array. Precisamente las que llegan a la parte norte de la provincia.

“Por un lado, no sabemos si se puede circular por la zona y por otro, muchos conductores de las cooperativas viven en Manabí y habrán decidido quedarse con sus familiares y no trabajar”, contó Campos.

En las otras operadoras y en las que llegan hasta Esmeraldas, el servicio era irregular. Se vendían boletos al regreso de los autobuses y con cierto retraso. “Puerto López está cerrado, a Portoviejo no dejan entrar, ni a Chone. Tampoco hay combustible”, explicaba uno de los vendedores de boletos.

En la fila esperaba Julio Cedeño, de 38 años, mientras su esposa y sus tres hijos pequeños esperaban sentados. Al final, consiguió unos pasajes a Portoviejo, donde vive. Pudo confirmar con sus familiares que no ha perdido a ningún ser querido, pero su casa ha sufrido daños. “Hay que ver cómo está. Y cómo está toda la situación. La gente se pelea por velas, porque no hay luz, ni agua ni nada”, comentó. Aún le quedaban varias horas de viaje y desesperación. SE