Los más de doscientos heridos llegaron a Guayaquil desde diversas partes de la provincia de Manabí, principalmente de Manta y Portoviejo,

“Lo importante es que estan vivos”

La imagen de una ciudad destruida seguirá por mucho tiempo. Pero sobre ella, los habitantes de Pedernales tratan de limpiar lo que se pueda antes de comenzar con la restauración de la urbe. Ese trabajo lo comenzaron ayer mismo.

¡“Christian García”! grita un médico. El llamado hace correr a un hombre menudo, de tez blanca y ojos llorosos, hacia la puerta de quirófano, frente a la cual ha esperado por horas. Le dicen que su esposa, Fabiola Cedeño, ha salido con éxito de la operación.

Eleva los ojos al cielo y murmura: “Gracias Dios”. La fe mantiene en pie a este joven de 25 años, que desde hace siete días está en el Omnihospital de Guayaquil. Él es parte del medio centenar de familiares que acompañan a los 32 heridos rescatados de estructuras colapsadas de Manta, Portoviejo, Pedernales y que fueron traídos al Omnihospital entre el domingo y el jueves.

En total, son 504 los heridos, rescatados de edificaciones destruidas por el terremoto de Pedernales, que han sido trasladados desde las provincias de Manabí y Esmeraldas hasta los hospitales públicos y privados, principalmente de Guayaquil, Santo Domingo y Quito.

A Guayaquil llegaron 229 pacientes. De ellos, la situación de Fabiola, la esposa de Christian, es crítica. Una pared de la papelería en que trabaja le cayó encima y le provocó múltiples fracturas. En los brazos, en las piernas, en la cadera. “Lo importante es que ella está viva”, dice Christian a este Diario, mientras clava su cabeza entre sus brazos, intentando darse fuerza para continuar. Ruedan lágrimas.

Fabiola, rescatada cinco horas después del terremoto de 7,8 grados que devastó a Manabí, integró el primer grupo de heridos que llegó a Guayaquil el domingo en un avión de la Fuerza Aérea Ecuatoriana.

Con ella vinieron otras nueve personas heridas de mínima y máxima complejidad, cada una con un familiar. Otros parientes llegaron después para ayudarlos y todos, medio centenar, han permanecido una semana en la casa de salud privada.

Tienen sus mentes puestas en sus heridos, pero también en quienes han quedado en su tierra, en las casas afectadas, que todos los días los llaman para contarles que la situación es calamitosa, que no hay luz, que no hay agua, que no tienen qué comer.

En total, al Omnihospital fueron derivados 32 heridos graves del terremoto, entre el domingo y el jueves. De ellos, seis fueron ya dados de alta y otros dos fueron conferidos al hospital Universitario hasta que exista espacio en los quirófanos para operarlo.

Entre otros, continúan hospitalizados allí la hija de Miriam Castro, de dos meses de nacida, que estaba en una termocuna en el hospital del Seguro Social de Manta que colapsó por el terremoto. Bryan López, el hijo de Marisela López, quien sufrió múltiples fracturas en uno de sus brazos. Diana Aguilar, la esposa de Xavier Castro, que quedó atrapada entre los escombros del asadero de pollo El Bellaco, y que para lograr salvarle la vida, tuvieron que cortarle uno de sus brazos. Bartolo Chancay Pérez, el esposo de Teresa Parrales, a quien le cayó encima la pared de su casa (barrio San Pedro de Manta), y tuvo que ser operado.

El estado anímico de los acompañantes hizo que el hospital integrara un equipo de tres médicos para brindarles ayuda psicológica. También reciben ropa, artículos de limpieza y comida, todo donado.

“Aquí nos dan café, almuerzo y merienda, pero no hay ganas para nada. Yo estoy comiendo mientras mis hijos están con hambre”, dice Teresa Parrales. Sus ojos derraman lágrimas, ante la impotencia de acudir en su auxilio. Es la misma impotencia que sufre la madre de Ramiro Holguín Delgado, de 31 años, quien estaba con su novia en el hotel Umiña, de Manta, cuando se desplomó con el terremoto.

“La chica murió enseguida y él intentó suicidarse. Afortunadamente no lo logró”, dice Sara Delgado que, como todos, intenta darse fuerzas para enfrentar lo que vendrá después.

“Lo importante es que está vivo y la ayudará a recuperarse”, añade esta madre desgarrada por la tristeza y el dolor de saber que su Manabí está destruido. Llora. No sabe a qué lugar volverá.

En los hospitales de la Junta de Beneficencia de Guayaquil (Luis Vernaza, Roberto Gilbert y Enrique C. Sotomayor) los psicólogos también tratan de levantar el ánimo de una treinta de familiares de los 135 heridos remitidos por el Ministerio de Salud, unos desde hospitales públicos y otros desde Manabí y Esmeraldas. Por las noches, el albergue Rosa Eva Aguilar de Asvolh (asociación del voluntario), es su refugio para cargar energía.