“Guerra es guerra”

Los espíritus violentos que están convencidos de que los problemas hay que resolverlos necesariamente mediante el uso de la fuerza, sin que medie la blanca bandera de la paz, son los autores o los propiciadores de la expresión con la que titulo este artículo. Luego de los violentos acontecimientos de un “octubre trágico” en que una movilización pacífica trajo consigo todo lo contrario, a vista y paciencia de los dirigentes indígenas (ahora acusados de “encubiertos pelucones”), el deseo de buscar la paz, la tranquilidad, la concordia y el crecimiento económico del país parece que puede verse impedido por la acción de una insurgencia que actúa “bajo la mesa”, según lo ha denunciado el ministro de Defensa, a quien los manifestantes de las marchas que amenazan con repetirlas pidieron su destitución, conjuntamente con la de la ministra María Paula Romo.

Así las cosas, don Oswaldo Jarrín, general en Estado pasivo, piensa que no hay que dormirse sobre los laureles y, por ende, estar preparados para cualquier sorpresa que puedan darnos los que organizan a los grupos armados de civiles descontentos de todo. Y hasta dijo que virtualmente el Ecuador se encuentra en un “estado de guerra”, al que se le podría aplicar ese principio más bien deportivo que dice que “la mejor defensa es el ataque”. Esta afirmación, que nos pone en ascuas, fue de cierto modo desmentida por un oficial de “las gloriosas” que piensa que no es el momento de inquietar a la gente con esa advertencia que nos pone “al filo de la navaja”, y que es mejor hablar con el mejor y mayor de los optimismos.

Y claro está que la población ecuatoriana, que ha vivido largas temporadas de santa paz, a diferencia de otros países en que la violencia está a la orden del día, como actualmente sucede en Chile, en España, en Nicaragua, en Colombia (desde que mataron a Gaitán), en Irak, etc., ha expresado, con grandes concentraciones cumplidas en Guayaquil y Quito, sobre todo, su deseo de que sigamos viviendo plácidamente aunque los problemas económicos del fisco también apunten contra la multitud, amenazándola con el aumento del desempleo y la miseria.