Molestia. Entre los problemas más comunes de los padres consta la falta de transporte escolar los sábados.

“Los estudiantes estan pagando errores ajenos”

En los 40 días de cierre, la entidad tuvo dos alertas. La primera el 26 de octubre y la segunda, el 21 de noviembre, en el primer intento de reaunudar las clases.

Lo califican como un abuso y un atropello. A los padres de los alumnos de la unidad educativa Leonidas García (avenida Casuarina), que tras la presencia de un gas tóxico en el ambiente mantuvo cerradas sus puertas por 40 días (hasta el reciente martes), no les parece justo que sus hijos alarguen las jornadas de clases por la culpa de terceros.

La mayoría, pese a que la medida fue establecida por el Ministerio de Educación, no está conforme con la idea de que asistan este y otros cuatro sábados para recuperar el tiempo. Les molesta “terriblemente” la idea, dicen, de que deban abandonar sus actividades extracurriculares por culpas ajenas. Y, más aún, que las pierdan por falta de asistencia o dinero.

“No fuimos nosotros ni los alumnos quienes dejaron escapar el ‘veneno’. Fueron las fábricas, los ministerios y el mismo Municipio quienes por falta de regulación y cuidado provocaron el problema...”. Aún así son los alumnos quienes “pagan el castigo”. Débora Bajaña, madre de tres menores, dos de escuela y uno de colegio, tilda de lamentable la disposición puesto que, a su juicio, afecta su bolsillo.

“El expreso escolar me ha dicho que no puede recogerlos hoy (ni ningún otro fin de semana) porque tiene contrato ya con una empresa. Mandarlos solos en colectivo es peligroso. Entonces debo acompañarlos ida y regreso. Y por la tarde, que estudia el último, debo hacer el mismo recorrido”. Bajaña hace cálculos y vaticina que gastará -entre transporte y lunch- alrededor de $ 7, el monto que generalmente emplea comprando frutas y verduras para la semana.

En este plantel, de alrededor de 4.000 alumnos, son varios los que, como el hijo de Juanita Ponce, que cursa el noveno año; y el de Mónica Intriago, que está en octavo, que ven afectadas sus otras actividades. Ambos acuden a clases de fútbol de 09:00 a 12:00 los sábados en la Ciudad Deportiva Carlos Pérez Perasso.

Por ahora, sus prácticas han quedado suspendidas, al igual que los cursos para hacer la primera comunión y confirmación a los que asisten decenas de escolares de séptimo y segundo año.

“Con la disposición no me ha quedado de otra que hablar con el cura para que justifique la ausencia de mi hijo”. Becky Pino, madre de un menor, no sabe qué actitud adoptar frente a la realidad que está viviendo, sobre todo porque su otra hija, la mayor, la matriculada en el horario vespertino, toma clases de inglés (becada) en una institución del norte de Guayaquil de 14:00 a 17:00.

Otras familias, algunas víctimas del susto provocado por las intoxicaciones y desmayos que afectaron a sus hijos cuando el presunto tóxico (los estudios realizados por la Dirección de Ambiente Municipal descartaron la presencia de gases nocivos en la entidad) contaminó el aire, presentan inconvenientes similares con las clases de computación de los menores. Y estos, incluso los que afirman no hacer nada más que descansar o cuidar a sus hermanos en casa, dicen estar molestos por ello.

En la institución, que por primera vez en sus 53 años de funcionamiento, según los residentes y exalumnos del plantel, ha presentado suspensiones o problemas de este tipo, los maestros tampoco están contentos del todo. Ellos, que piden no publicar sus nombres por temor a llamados de atención por parte de los directivos, se quejan de trabajar en horas ya dispuestas para pasar con su familia, recrearse o asistir a la universidad, donde algunos estudian una segunda carrera.

Para los afectados, Educación debió pensar más en las consecuencias. Y si bien no tienen un plan concreto para mitigar el panorama, creen que hubiese sido más viable que a los alumnos se les incrementara no solo una hora más de clases, como se ha dispuesto, sino dos; se envíen más tareas y lecturas a casa; y se obvien ciertos procesos y parte del pénsum para no perjudicar sus otras ocupaciones.

“Entendemos que el colegio no buscó que pase esto, pero repito: los chicos no tuvieron la culpa de nada. Ellos son las víctimas”, matizó, disgustado, Jorge Guerrero, abuelo de uno de los jóvenes.

El tema del gas

La causa aún se desconoce

En el colegio, los padres aún siguen sin saber de dónde provino el gas que afectó a los alumnos. Ellos creen que la fuga está relacionada con la compañía empacadora de mariscos, donde hubo una fuga de amoniaco, que trabajaba con normalidad pese a haber sido clausurada el 10 de noviembre. Para el Cabildo el caso, según lo dio a conocer en un primer momento, es aislado y no está relacionado con el colegio, sobre todo porque en este se descartó la presencia del químico. Aún así los padres están a espera de una “explicación lógica”. Es imposible, dicen, “que no haya salido de ninguna parte”.

VOCES

Juanita Ponce, madre de familia

Me preocupa que mis hijos no terminen sus actividades extras. Es una pérdida de dinero y tiempo. Ellos están molestos. Yo solo me limito a decirles que no sirve de nada lamentarse.

Diana Rosales, madre de familia

Aunque más allá de levantarme más temprano, la medida no me afecta, hay padres que están afligidos por la falta de expreso. Sé que algunos deberán pedir permiso en sus trabajos para dejarlos y recogerlos.