
“El bambu no es solo para la casa de playa”
Daniela Loaiza, arquitecta chilena que lleva 12 años modernizando las edificaciones en el país, conoce la versatilidad del bambú mejor que nadie. Y lo defiende como material de construcción de uso generalizado.
La mesa desde la que atiende a la entrevista de EXPRESO es de cristal, pero su base, visible desde la superficie, es de bambú. A su lado, varios elementos decorativos también de bambú. Las vigas de su oficina, también de bambú, pese a estar en un local de Albán Borja. En el edificio desde donde trabaja, ese material es casi ornamental, pero en sus proyectos es estructural. Daniela Loaiza, arquitecta chilena que lleva 12 años modernizando las edificaciones en el país, conoce la versatilidad del bambú mejor que nadie. Y lo defiende como material de construcción de uso generalizado.
“No solo es para la casa de la playa”, dice, asegurando que es tan resistente como cualquier pilar de las construcciones tradicionales. Solo hay que protegerlo del sol y la lluvia. A cambio le da calidez a cualquier sala. En su currículum claro que hay casas de playa con bambú, pero también iglesias. Y de su cabeza, pueden surgir tantas ideas para construir como las variedades que tiene la caña. Son 100 especies, explica, pero no todas son conocidas y no todas sirven para la construcción. Otras solo son decorativas y otras son aptas para muebles.
Pero, aparte de su afinidad con el bambú, la arquitecta, como profesional que es, responde a las peticiones de sus clientes y diseña estructuras en función de lo que le piden. Aunque no tengan bambú. Lo que sí dice es que cuida cada detalle y se toma su tiempo para elaborar los diseños. “Hay que crear espacios, pensar en formas funcionales”, aclara respecto a los planos en los que se introduce a la vanguardia. Tiene su propio equipo de constructores en los que confía para ejecutar lo que sale de su cabeza y dibuja en sus planos. De media, elabora en unos 30 proyectos por año porque son obras largas que van agotando etapas.
El cliente más especial que ha tenido es Dios, cuenta. Los sacerdotes o promotores la han buscado para levantar los templos. Lo más desafiante, dice, no es solo repartir los espacios o dar sensación de amplitud, sino conseguir esto y, a la vez, encontrar la manera de separarlos -sin barreras físicas- de la zona para meditar. Para dar privacidad a los asistentes. “Tiene que ser amplia, grande, alta y a la vez, que me ayude a meditar. No es tan fácil”. Pero los desafíos nunca han entorpecido su desarrollo. Lleva siete años con su propia empresa, aunque muchos más de experiencia, y ni siquiera el bajón de la crisis ha hecho tambalear los cimientos de su negocio.