No somos laicos

Hace una semana se inauguró en Urdesa el nuevo Parque Jerusalén. Entre críticas y aprobaciones de los residentes del sector, se encuentra el nuevo referente histórico de la cultura judía. Las críticas han sido dirigidas a la falta de socialización del nuevo parque por parte del Municipio y por haber construido una obra con temática religiosa. Guayaquil no es laico y además es político. Así es, no somos laicos. Puede que en papel lo seamos pero cuántas ideas en papel se han quedado guardadas sin haber sido leídas. Solo tenemos que tipear en Google “ruta de los monumentos en Guayaquil” y abrimos una caja de Pandora.

Dos megamonumentos al Sagrado Corazón y al Cristo del Consuelo, el busto del Che Guevara, Simón Bolívar y San Martín, León Febres-Cordero, la Fragua de Vulcano, y muchos otros monumentos que son controversiales. Lo que debemos hacer es festejar nuestra diversidad, libertad y respeto hacia otras culturas y pensamientos políticos, y no ser tan críticos.

Una ciudad no solo es diversión; es cultura, en especial la historia de sus habitantes. Y los inmigrantes de algunos continentes son y han sido parte fundamental del desarrollo de esta ciudad. Recordar la historia nos fortalece para no repetir errores del pasado. La construcción del nuevo Parque Jerusalén es una iniciativa público-privada; un parque que se veía desde afuera y que ahora se puede visitar, iniciativa que debe ser aplaudida e inspirar a otras religiones para que también cuenten su historia, contribuyendo a la educación de nuestra sociedad.

Siempre tendremos la libertad de escoger qué espacios visitar y cuáles no. Tratemos de ser un poco menos críticos y más positivos, un poco complicado actualmente porque todos pretenden, obligan y demandan como si el país fuese su casa. Un concepto que en Ecuador no se ha enseñado aún y que sería importante reforzarlo en escuelas y colegios. La historia y la cultura son lo único que nos queda como sociedad para aprender de ellas.

Algunos pueden viajar a Israel, muchos no; el parque termina siendo un pequeño viaje a Jerusalén, reinterpretada didácticamente en nuestra ciudad. Tenemos que recordar que vivimos en un país de más de 17 millones de habitantes y entender que “mi libertad termina donde empieza la de los demás”. Jean-Paul Sartre.