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No jueguen con Venezuela

La política internacional ha vuelto a ser rocambolesca. En parte en razón de los nuevos actores con fuerte sesgo populista recientemente electos o por designarse (ojo, que diferencio popular de populista. Este último término es una forma de la demagogia que enfatiza retóricamente en el interés popular siendo que en la práctica lo mantiene ausente) en parte porque con la pérdida de alguna matización ideológica, doctrinal en el lenguaje, está desapareciendo del vocabulario gubernamental todo lo que no sean promesas incumplibles o acusaciones a terceros por no poder satisfacerlas.

En ese marco general, la situación de Venezuela se agrava con un nuevo ingrediente: las negociaciones secretas. ¡Váyanse al carajo!, exclaman muchos ciudadanos venezolanos. Yo que me la juego todos los días con una inflación inconcebible que tiende a una pequeña desacelerización en estos días, porque mientras más pobres estamos menos compramos (me piden que me ajuste el cinturón y no saben que ya me lo comí), que arriesgo mi vida cuando salgo a manifestarme contra la dictadura, ahora resulta que por otro lado el gobierno de los Estados Unidos, que fue el primero en reconocer a Guaidó, está conversando con Maduro y este lo admite, aunque Diosdado diga que son rumores malintencionados para dividirlos. Y yo que deseaba quedarme en mi tierra aguantando como varón, ahora que estoy dispuesto a salir pa’ donde sea ¡cónchale!, ya no tengo para dónde irme porque nos han cerrado la frontera en todo el vecindario. ¡Qué guayabo! No me he tomado un trago y tengo un ratón del otro mundo.

Como bien sé, en este tipo de asuntos, tal cual en la guerra, una de las primeras víctimas es la verdad. No me atrevo a la tentadora anticipación de comentarios. Espero a que todo esté más claro. Sí me permito exclamar con fuerza: ¡No jueguen con Venezuela!

La gloria que ese pueblo tiene como patrimonio no merece que mientras se lo somete al hambre y a la mendicidad se juegue impúdicamente con su libertad y su destino.

Ojalá pronto esté claro. Mientras tanto, deberíamos de pensar en cómo alojar organizadamente a los venezolanos que acá tenemos.